Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 16 de octubre de 2015

Honestidad

El puñetero ojo de la cerradura le permitió asomarse al cuarto oscuro y pudo ver en un rincón a su conciencia agonizante.
Fue tal el impacto, que ese mismo día decidió abandonar su escaño.

El cuarto oscuro, de Antoni Tapiés


viernes, 9 de octubre de 2015

Pelillos a la mar

Así se llamaba en nuevo programa, que sin duda atraería a los telespectadores a "Tele 10", que estaba pasando por unos niveles bajísimos de audiencia.
Habían dispuesto todo, un escenario espectacular, un presentador simpático y alegre rodeado de dos azafatas esculturales, y un público dispuesto a aplaudir y disfrutar con las ocurrencias de los participantes.
Aunque el formato no se diferenciaba mucho de cualquier otro concurso, lo que lo hacía único era el contenido y los premios, para lo cual tuvo que conseguir un difícil acuerdo con el Ministerio de Justicia.
Desde hacía semanas se anunciaba en la cadena y en los periódicos la presencia de maltratadores convictos que estuvieran dispuestos a participar, para aligerar su pena y, de camino, con su ejemplo, concienciar a la población. La dinámica era simple: cada concursante debería justificarse ante un riguroso jurado,  pedir perdón a la mujer maltratada y hacer un acto de contricción; si convencía al jurado, conseguía el perdón de la mujer y si el arrepentimiento parecía real, se le perdonaría la pena pendiente y se le abonarían cien mil euros, que debería compartir con la mujer maltratada.
Las opiniones entre la audiencia fueron variadas, para unos era un refuerzo positivo para la reinserción del delincuente y una ayuda para la mujer, para otros era una humillación que aumentaría los casos de maltrato y un escándalo al convertir un drama en un espectáculo televisivo, bajo la tutela de una Justicia que no sabía cómo abordar el problema.
Se recibieron miles de solicitudes, lo que achacaron a la facilidad con que podría conseguirse el premio, por lo que a instancias del Ministerio, los promotores decidieron  anular las inscripciones recibidas hasta ese momento y redactar unas nuevas bases, añadiendo: Si un concursante volviera a recaer, se  publicará en la prensa y televisión, se multiplicará su pena por cinco y tendría que darle la totalidad del premio en metálico a la mujer.

Las nuevas bases acabaron con la polémica. No se presentó nadie, era demasiado riesgo.

Unos cuantos piquetitos, de Frida Kahlo.

Autorretrato

Frente al espejo cogió la paleta y la manchó de rojo bermellón, verde esmeralda, cian y siena tostada. Trazó en el lienzo y trazó líneas sinuosas con sus arrebatos, proyectos, sueños y desencantos y lo completó con los colores de sus sentimientos.


Cuando enseñó orgulloso su obra, no lo reconocieron.

Paleta del artista, de Joan Marti

viernes, 2 de octubre de 2015

Julia

Notó como cada gramo de la comida que le había servido su madre se distribuía por todo su cuerpo, hasta deformarlo.

Tras una corta ausencia volvió al silencio de la mesa, donde solo quedó una mirada de culpa y otra de reproche, y sobre cada plato, una lágrima de impotencia.

La malattia dellanima, de Bogi-Fabian

Mirando al mar

La frágil embarcación iba cargada de sueños y esperanza, pero un torpedo de realidades impidió que llegara a su destino. En el muelle seguía la rutina diaria mientras él, haciendo trazos ilegibles sobre la inhóspita superficie del mar, esperaba escuchando en silencio las noticias.

Muelle, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 25 de septiembre de 2015

Comienza la jornada

I

"¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine, se le va a caer el pelo, no sabe con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y soportar en silencio las afrentas de la calle, del trabajo y de su yo hostil.
El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.
II

"¡Ahí fuera me esperan!, se les va a caer el pelo, no saben con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y enfrentarse decidido a las afrentas de la calle, del trabajo y de la ciudad hostil.

El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.

Autorretrato, de Vicent Van Gogh

El baño

Me encantaba relajarme en la bañera, cerrando los ojos y olvidando todas mis preocupaciones, gracias al contacto del agua tibia con la piel. Así me dejaba llevar por mi imaginación, que reiteradamente me trasportaba al reino animal. La ingravidez de mi cuerpo me hacía volar a lomos de una gaviota, el movimiento del agua me envolvía como si serpientes reptaran suavemente por mi cuerpo, las burbujas del jabón me parecían pequeños peces picoteando las plantas de mis pies, notaba el roce de las alas de cientos de mariposas al abrir las sales de baño, y la caricia de los ocho tentáculos de un pulpo poniéndome el champú.


Ese rito lo repetía cada noche hasta ese terrible día. Ahora estoy en coma y conectado a un respirador y, aunque no pueda moverme ni relacionarme, puedo escuchar los comentarios del personal que me atiende en el hospital. Dicen que fue un infarto, que me encontraron en una bañera agonizante y gritando confuso y muy agitado: "¡Quitadme el cocodrilo del pecho!".


A sangre fría (detalle), de Carlos Villabón

¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine!

"¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine, se le va a caer el pelo, no sabe con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y soportar en silencio las afrentas de la calle, del trabajo y de su yo hostil.

El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.

Autorretrato delante del caballete, de Vicent Van Gogh

viernes, 18 de septiembre de 2015

Memorial

La solemne sesión de clausura de la frustrada Conferencia de Paz de Córdoba se financió mediante aportaciones de donantes, a los que gratificaron grabando su firma en las columnas de la Mezquita.

Terminada la guerra, tallaron una fecha y una cruz o una media luna sobre los mil trescientos nombres.
Mezquita, de Borja Fernández

La subasta

A continuación -avisó tras dar dos golpes secos en el atril- pueden pujar por el magnífico óleo "El pícaro". Se trata del retrato realista de un caballero de unos cincuenta años que, maletín en mano, se levanta para saludar ceremonioso a otra persona, en lo que parece ser el interior de una sucursal bancaria.

Los pilares de la sociedad, de Georg Grosz

viernes, 11 de septiembre de 2015

La culpa no fue mía

Sin saber por qué, le di un puñetazo. Él protestó indignado y consiguió que me expulsaran del campo. El árbitro no me quiso escuchar, ni entendió que estaba nervioso y tenía que desahogarme ¡A mí, que era el líder, el máximo goleador, la figura estelar del equipo! Ni que decir tiene que perdimos el partido -nunca lo olvidaré- tres a cero, una vergüenza. Si yo hubiera seguido jugando, todo habría sido muy distinto, mi presencia era fundamental y él no era nadie en su equipo.

Nunca se lo perdonaré, él se dejó pegar. 

Campeones de barrio, de Antonio Berni

Falsas apariencias

Tenía los dedos largos y finos, sin durezas, a pesar de su tenaz dedicación a la guadaña.

Dark Angel, de Jeffrey Jones

viernes, 4 de septiembre de 2015

Promesas

La mole catedralicia se iluminó con un rayo cegador, que marcó el inicio de una gran tormenta. Los relámpagos le daban un aspecto fantasmagórico a la imponente fachada, truenos constantes retumbaban haciendo que vibraran las vidrieras y se estremeciera la piedra, y un fuerte vendaval bajó de la montaña a la plaza, con tal intensidad que cedieron las puertas de la catedral y sonaron las campanas, mecidas por el viento como si fueran de papel.

Fue tal la magnitud de la tormenta que la gente, entre asustada y asombrada por el fenómeno, se acercó a la plaza para ver por sus propios ojos lo que estaba ocurriendo. Fue entonces cuando, entre el repicar de las campanas y el rugir del cielo, aparecieron en el balcón central, iluminados por una luz interior, un ángel negro y otro blanco, y con una potente y segura voz se dirigieron al pueblo, que se congregaba a sus pies:

-          Si me seguís -decía el ángel blanco-, os prometo una vida eterna y plena.
-          Disfrutaréis de un sinfín de riquezas -replicaba el ángel negro- y el placer será vuestra nueva y única religión.
-          La seguridad de una vida mejor es lo que obtendréis con mi ayuda.
-          Dadme vuestra confianza y el mundo será vuestro.


Y así, alimentando los deseos y las esperanzas de todo el pueblo, siguieron durante horas y horas, pues hasta el cielo había llegado la revolución democrática y ese día comenzaba la campaña electoral.

Catedral, de Ezequiel Barranco Moreno

Hijo pródigo

"No está mal este licor de almendra amarga que has preparado para celebrar tu vuelta, hijo mío", escuchó decir a su padre mientras se deshacía de los restos de cianuro en el inodoro.

El regreso del hijo pródigo, de Rembrandt

jueves, 27 de agosto de 2015

El maratón del orgullo nacional

El maratón debía comenzar a las siete en punto de la mañana y la convocatoria, que había sido todo un éxito, hacía sentirse felices a los concursantes y a los organizadores del evento.
Se habían inscrito más de tres mil corredores, novecientos ciclistas, trescientos patinadores y otros doce participantes en silla de ruedas. Esperaban impacientes la señal de salida, haciendo el precalentamiento adecuado, y al momento de sonar el disparo, todos los corredores, incluyendo a algunos más que se incorporaron a última hora, estaban ya recorriendo las principales avenidas de la ciudad.

Los premios eran modestos, pero por encima de todo estaba la importancia de participar en tan singular carrera, para la que tanto tiempo llevaban preparándose, con la esperanza de obtener un reconocimiento y una fama por pocos conseguida. El primero que llegara a la meta recibiría una medalla de oro y un viaje de fin de semana con todos los gastos pagados, el segundo su correspondiente medalla de plata y una entrada para un partido de fútbol del equipo local, el tercero la medalla de bronce y un abono para tres entradas de cine y el resto un diploma acreditativo de su participación.

Pero no todos eran corredores, en las aceras se agolpaba el público que no había querido o podido participar, y en las plantas altas de los edificios aledaños se posicionaron los francotiradores inscritos, claramente identificados. Estos últimos también obtendrían medallas, premios y diplomas, dependiendo del número de blancos alcanzados, contabilizándose un punto por cada corredor y dos por cada ciclista o patinador, pero perderían medio punto cada vez que, por error o interés malintencionado o no, dispararan a alguien del público.

Terminada la carrera, tal como estaba previsto, hubo una fiesta popular con gran éxito de asistencia, y las autoridades se dirigieron a los participantes y vencedores con sentidos discursos y felicitaciones. Mientras, los servicios de limpieza quitaban los restos que la carrera había dejado en las calles, que recordaban el escenario de un campo de batalla, de una guerra.
            
            
            De una guerra inútil y absurda…
                       
                        Ilógica…
                                  
                                   Como todas las guerras.

Desastres de la guerra, de Francisco de Goya

Decisión fatal

En un momento de desesperación salió con un cuchillo en la mano dispuesta a matar a cualquiera que se le pusiera por delante. Al reflejarse en el espejo del ascensor no tuvo más remedio que suicidarse.

Suicidio, de Luc Tuymans

viernes, 21 de agosto de 2015

Camino del paraíso

Cruzó la puerta con discreción. En el interior se respiraba un ambiente de recogimiento y silencio, solo roto por  las oraciones de algunos ancianos y el incesante pasear de los turistas por el sagrado recinto.

- ¡Ay, qué larga es esta vida!

Soñaba despierta con que acabara su mísera existencia.

- ¡Ay, qué larga es esta vida!

Sabía que un horizonte luminoso se abriría a sus ojos.

- ¡Ay, qué larga es esta vida!

Repasaba punto por punto las promesas que escuchó a sus mayores.

- ¡Ay, qué larga es esta vida!

Y había llegado el momento de cumplir su misión.

- ¡Y tan alta vida espero…!

Fue su último pensamiento antes de apretar el botón del cinturón.

Mientras, en un apartado lugar, varios ancianos tomaban un té esperando a otras jóvenes para impregnarlas de ideales, y celebraban su macabro rito de odio, mentiras y sinrazón.

Apoteosis de la guerra, de Vasily Vereshchagin

Distinto

Estaba en uno de esos momentos en los que no sabía si se hundía o si aún podría remontar. Entonces, cómo en una visión fugaz, lo comprendió todo, lo aceptó y se aferró a su diferencia tanto tiempo ocultada. En su sonrisa, se podían leer: "Soy yo".

August blue, de Henry Scott Tuke

viernes, 14 de agosto de 2015

No había vuelta atrás

- “Por fin, tras años de desprecio e indecisión, te tengo delante de mí y terminará esta historia”.

Y tras ese soliloquio, dejó la copa en la mesa y un tiro acabó con su obsesión.

El suicidio, de Edouard Manet

Ya nada será igual

Fue un accidente que cambió mi vida. Me quedé dormido conduciendo y de pronto vi una luz cegadora al final del túnel por el que iban pasando, tal como tantas veces nos han contado, los distintos episodios de mi vida: los recuerdos sepia de mi infancia, mi familia y mis primeros amigos, mi antigua casa, mis noches de estudio, etcétera.

Después, tras notar unos golpes secos y acompasados en el pecho, sentí como el aire volvía a refrescar mis pulmones y el túnel y la luz desaparecían. Al abrir los ojos, totalmente confuso, me encontré frente a una joven, con una amplia y radiante sonrisa, que me recibía satisfecha y emocionada.

Desde entonces, todo ha cambiado,  mi única obsesión es encontrar esos labios rojo cadmio.

More ways I, de Pablo Vallejo