Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 28 de julio de 2017

Verano en Rota

Puesta de sol sobre el lago, de J.M.W. Turner

Se sentaba en la terraza y esperaba a que la agresiva luz del sol perdiera viveza y, allí donde el mar se hermana con los pinos, el silencio anunciara el ocaso y apareciera el rayo verde.
Le recriminábamos su obsesión —es una tontería, papá, un bulo, te vas a dañar los ojos, hay neblina, o bien, ten paciencia, quizá otro día más claro—, pero nos respondía que con perseverancia todo se consigue, y seguía mirando.
Nos dejó sin haber podido ver su ansiado destello y yo, como si fuera una obligación o un compromiso, tomé el relevo y cada atardecer me asomo a la terraza y miro hacia poniente. Me dicen que es una tontería, un bulo, que me voy a dañar los ojos, que hay neblina, pero no les hago caso, salvo cuando escucho a mis espaldas "ten paciencia, quizá otro día más claro", miro hacia atrás y no hay nadie.

                         A mi padre, allí donde esté.

viernes, 21 de julio de 2017

Francotirador

Las Lanzas, de Diego Velázquez
(Detalle)

Al mirar el mapa vi como las fronteras cambiaron y las naciones se dividieron, los mares inundaron los desiertos, el curso de los ríos se modificó y dividió las regiones en parcelas de odio, las vías del tren separaron el hambre del exceso, en cada barrio los bloques se cuartearon en pequeños apartamentos y cada fachada en cientos de ventanas, todas iguales, vacías.

Tabiqué mi casa y cerré habitaciones, transformé la ventana en un calidoscopio, mis ojos en una lente y cada mano en cinco martillos. Parcelé la cordura en ilusorias justificaciones, levanté un muro entre el corazón y mis manos, entre la razón y mi decisión, y disparé.   

viernes, 14 de julio de 2017

Fidelidad

El maestro, de Cecilia Rangel

Guardaba sus libros en la mochila y abandonaba el aula mientras él recogía los trabajos de los alumnos y ponía en orden la mesa. Cada día se cruzaban al salir del colegio, en la cafetería, en la cola de alguna tienda o cruzando una calle. Ninguno de los dos dio el primer paso. Nadie, ni ellos mismos, podían permitir que saliera a la luz lo que sentían.

Pasados los años, cuando va al cementerio a llevarle flores a su madre, al terminar la visita, deja caer una rosa en la tumba del profesor, con cuidado de que no la vean, no vaya a haber malentendidos.

viernes, 7 de julio de 2017

Julio

El Ángelus, de Jean F. Millet

    Las jornadas son cada vez más largas, dijo como si no quisiera que lo escuchara.
    La mies es mucha, pero los obreros pocos, escuchó a modo de disculpa.
    El jornal no llega a cubrir nuestras mínimas necesidades.
    No solo de pan vive el hombre.
    Estamos extenuados.
    Rogad, por tanto, al Señor de la mies que envíe nuevos obreros.
    Nuestras familias se han dispersado en busca de futuro, y un tímido gesto de ira ensombreció su rostro.
    Dejad que los niños se acerquen a mí.
    La desesperanza se ha adueñado de los pueblos.
    Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a ese monte “Pásate de aquí para allá, y se pasaría, y nada sería imposible”, y ahora vete, es hora de trabajar.

Cambiaron los tiempos, las promesas, los gobiernos, los pastores y sus rebaños, y el silencio dejó oír el quejido del cereal y el llanto de siglos.