Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 26 de junio de 2020

El espantapájaros

Maizal, de Berthe Morisot

La plantación de maíz se extendía hasta perderse en el horizonte.

―El maizal está llorando ―Pensé.
―Un maizal no llora ¿Cómo puedes pensar eso?
―No sé, pero está llorando ―contesté.
―Eso es imposible.
―No, escucha.
―Debe ser la brisa sobre las hojas secas.
―No, la calma es absoluta.
―Bueno, admitámoslo. ¿Por qué o por quién va a llorar un maizal?
―Creo que por mí.
―¿Tan importante te crees para conmoverlo?
―Desde que estoy aquí no para de llorar.
―¿Qué motivos tiene?
―Mi soledad. pienso que llora por mi soledad.

Anocheció y hacía frío, y yo seguí hablando con el viento.

sábado, 13 de junio de 2020

Sin pecado

Adán y Eva, de Raffaello Sanzio

Las guerras, los accidentes, los abusos de alcohol y drogas, la mala alimentación, y una cierta alteración genética no conocida, habían tenido especial incidencia en el género masculino, hasta el punto de que en todo el mundo quedaban poco más de diez docenas de varones, perfectamente localizados, pero que, en su mayoría, ya habían superado la edad fértil.
            En esa situación, era de prever que el fin de la raza humana llegara en unas pocas décadas. Fue entonces cuando Dios decidió intervenir. Cogió a la hermosa Aroa —una mujer de gran inteligencia y voluntad—, hizo cayera que en un sueño profundo y, mientras dormía, tomó una de sus costillas y con eso, creó al hombre, al cual llamó Asier, que significa principio.
            Asier fue feliz con su única función procreadora, que desarrollaba con absoluta perfección. Pero no se conformaba y siempre andaba buscando nuevas experiencias. Un día se adentró en el paraíso y se acercó a un árbol que, rodeado por una empalizada, estaba especialmente protegido. Allí vio como una serpiente, con su insinuante silbido y grandes pechos, le ofrecía una manzana. Sin dudarlo, cogió el fruto y fue a buscar a Aroa, su preferida entre todas las mujeres.
            —¿Quieres, Aroa? Mira que pinta tiene le dijo.
            —¿Tú estás tonto o qué? —contestó ella al tiempo que se daba la vuelta indiferente.

Así empezó una nueva era, sin maldiciones y con el pan gratis para toda la humanidad.

viernes, 12 de junio de 2020

Oración


El Ángelus, de Jean-Francçois MIllet
Bendice, Señor, a los pobres de espíritu, que tienen que esperar al reino de los cielos; a los mansos que no son capaces de hablar y callan; a los poetas ciegos que huelen el verso; a los que nunca se sacian; a los músicos que derraman su amor en escalofríos y misericordia; a los pintores ciegos que colorean sus sueños; a los que esperan sin ser llamados, a los pacíficos e iracundos, que beben del cáliz de la paciencia y lo desechan cuando se acaba; a la justicia y a los perseguidos, para que compartan aventuras; a los soldados que vuelven a casa con la cartuchera llena y la camisa limpia; al gusano que se entrega al polluelo y, bendice Señor, a los que en la mesa bendicen a las letras, a la curiosidad, a la inspiración y al final de una historia que no tiene fin.

Bendice a los que te bendicen, a los que te olvidan, a los que te ignoran, a los que te maldicen, como ellos han sido olvidados, ignorados y malditos.

Bendice el pan de cada día, pero dánoslo a comer.

viernes, 5 de junio de 2020

Quinto mes

Detroit Industry (detalle), de Diego Rivera


Llovía a cántaros, unos corrían a esconderse bajo los balcones, otros parecían indiferentes y paseaban tranquilos bajo el aguacero, pero yo no me mojaba.

—Me gustaría sentir caer el agua —comenté a un transeúnte.
—No puedes, estás muerto —replicó con un tono desabrido.
—¡Vaya tontería!. Muerto o vivo, si llueve me debería mojar —contesté.
—Tendrías que haber nacido —terminó mientras se alejaba sin mirarme.