Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 27 de abril de 2018

El pacto

Arco iris, de Thomas Worthington

Iba a empezar el segundo diluvio universal y cuando comenzó a llover huí de la ciudad costera camino de la sierra. Solo llevé conmigo algo de ropa, la gabardina y un paraguas, que había decorado en mi taller con los siete colores del arco iris. Conforme caminaba, la lluvia arreció y el paraguas comenzó a despintar, dejando a lo largo de la avenida, un rastro de colorido inconfundible. El sol volvió a brillar y escampó.

viernes, 20 de abril de 2018

Parvulitos

Niño que llora, de Bruno Amadio


Se negó a hacer el dictado y le castigaron a escribirlo cien veces.
Cuando al final de la clase el maestro recogió la plana y leyó en cada una de las líneas «mi mamá no me ama, yo amo a mi mamá», llamó a su madre, que no acudió.

viernes, 13 de abril de 2018

El hombre que se hizo a sí mismo

Boceto para Piara de Cardos, de Joaquín Sorolla

Tenía algunos ahorros y para revitalizar mi negocio —hacía semanas que nadie entraba a comprar en la tienda— decidí venderme algunos objetos, comprarlos yo mismo a un precio más alto, conseguir así aumentar la actividad y justificar algunas ventas anteriores no declaradas. El resultado parecía adecuado. Aunque yo me empobrecía, la empresa mejoraba. Tanto fue así que en el mercado online comenzó a haber cierto movimiento. Para mantener el crecimiento, decidí que tenía que hacer algo para que mi nombre sonara, cree mi propia empresa de publicidad, me nombre presidente de la misma, y me comencé a mandar mensajes en facebook, que yo mismo me contestaba, para aumentar mi presencia en los distintos foros empresariales. Me faltaban resortes en los más altos niveles pero no estaba dispuesto a seguir ningún condicionante, por lo que fundé mi propio partido del que me hice secretario general y con el apoyo de mis seguidores de las redes sociales, conseguí entrar en los círculos más exclusivos de la clase dirigente. En ese nivel todo parecía más fácil, fundé un grupo inmobiliario y me hice el principal accionista, con lo que no tuve problema para reutilizar todo el dinero recaudado en mis actividades previas, aunque he de reconocer que no lo hice de la manera lo más legal posible, por lo que me denuncié y me metieron en la cárcel. Durante mi estancia en prisión estudié derecho, oposité y saqué una plaza de fiscal que utilicé para juzgarme y, no tuve más remedio, sentenciarme nuevamente.
Pasados los años, salí de la cárcel. Me quedaban algunos ahorros que utilicé para revitalizar mi negocio que, en manos ajenas, estaba a punto de quebrar. Decidí venderme alguno de los objetos que quedaban en la tienda a un precio algo mayor de lo habitual, pero convencido como estaba del fracaso de mi anterior gestión, cambié de trabajo y me dediqué a la ganadería. Compré una gran piara y aprendí a vivir como un cerdo más. Todos en la granja fueron me siguieron, aunque nunca me perdonaron que quisiera controlarlo todo y que comenzara a vender a los cerdos más pequeños a cambio de unas cuantas bellotas. 

viernes, 6 de abril de 2018

Abril

Flores Silvestres, de Ezequiel Barranco Moreno

En la ventana de mi salón se posaron tres gorriones de vistosos colores —rojo, amarillo  y azul— y comenzaron a golpear el cristal con su pico. Abrí la ventana y les pregunté qué de donde venían:

Yo vengo de un campo de amapolas.
—Yo de un sembrado de girasoles.
—Yo de un cultivo de azafrán.
—¿Y qué queréis? —les dije.
—Ponte esas alas blancas y vente con nosotros —contestaron al unísono.

Me las puse y las seguí. Durante el vuelo fuimos recogiendo de las ventanas de casas, oficinas, hospitales y colegios a otros gorriones de los más diversos colores —verdes de campos de césped, violetas de cultivos de tulipanes, rojas de rosaledas—, sin que en ningún momento paráramos a descansar.
Desde que, por fin llegamos al inmenso valle de flores silvestres, todos tenemos una pluma de cada color.