Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

lunes, 30 de diciembre de 2019

Navidad de 2067 (Navidad - III)

Boodegón con cuatro racimos de unas, de Juan Fernández "El Labrador"

Cuando llegué estaban poniendo la mesa para cenar. Los abuelos adaptaron el menú de Nochevieja a las nuevas circunstancias, sobre un hule dispusieron el menaje de plástico para recibir las viandas: Entrantes variados de polietileno, latas diversas, envoltorio aromatizado con pata de cordero para el plato principal, papel de plata para los postres, capsulas de café, y doce bolitas de papel de aluminio para las campanadas.
Los ancianos, que añoraban los sabores de antaño y se conformaban con sus recuerdos y nuestra presencia, o eso nos hacían creer, se tomaron a escondidas las doce uvas que habían conseguido de estraperlo. El certificado de defunción era claro: Intoxicación alimentaria.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Navidad en San Lázaro (Navidad - II)

En el ala de Cuidados Paliativos del Hospital de San Lázaro de Sevilla, el personal ha instalado un Belén con materiales médicos de deshecho (Bote antiséptico para la Virgen, de suplemento hiperproteico san José, de complejo vitamínico el Niño, depresores para el puente y el pozo, comprimidos para las flores...). Este villancico es un pequeño homenaje a los "Ángeles Blancos" que allí trabajan.


Belén de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de San Lázaro

El camino era largo y penoso, pero el final de aquel pasillo infinito estaba cerca. La noche era clara y los grandes ventanales permitían ver la estrella que les alumbraba y allí, en una humilde villa que parecía hecha de cartón, se pararon a descansar.

La Virgen llegó sudando caminito de Belén
y los ángeles blancos la perfumaron con su fe.
Ande, ande, ande la marimorena
que María sonríe al ver a gente tan buena.

Desde aquella esquina se veían las puertas de las habitaciones de los demás habitantes del pueblo, cada uno con su historia, con su pena y su dolor, y también con su orgullo, con su pasado y sus esperanzas.

San José perdió el zurrón caminito de Belén
y los ángeles blancos le dieron despacito de beber.
Ande, ande, ande la marimorena
que José sonríe al ver a gente tan buena.

Algunos se acercaron a ver a los recién llegados con curiosidad, otros les entregaron sus penas, sus alegrías, sus miedos y sus consuelos. Otros no pudieron verlos, pero soñaron con ellos.

El Niño lloraba de hambre caminito de Belén
y los ángeles blancos le hicieron de comer.
Ande, ande, ande la marimorena
que el Niño sonríe al ver a gente tan buena.

En Navidad recibieron visitas de sus familiares y amigos, de médicos, enfermeros, auxiliares, celadores, pinches, voluntarios, limpiadoras y pastores de buena voluntad.

El río se ha desbordado caminito de Belén
y los ángeles blancos lo arreglan con madera del almacén.
Ande, ande, ande la marimorena
que un pescador sonríe al ver a gente tan buena.

El almuerzo de Navidad fue especial y, aunque no era comida de reyes, el esmero y cariño con que lo prepararon y con que lo compartieron, hizo que todos se sintieran como en casa. El beso superó al vaso y el abrazo al almuerzo.

Una pastora tuvo fiebre caminito de Belén
y los ángeles blancos de dieron flores que le sentaron muy bien
Ande, ande, ande la marimorena
 que la pastora sonríe al ver a gente tan buena.

Terminada la Navidad, la Sagrada Familia se fue a seguir su camino, y en la aldea dejaron, para que los repartieran, los regalos que le habían traído los ángeles blancos: Batidos, calmantes, antibióticos y otros medicamentos, jeringas, agujas y material de curas, depresores, nebulizadores y sueros, algodón y vendas; y se llevaron el cariño de todos los que vivían allí.

Los ángeles blancos los despidieron caminito de Egipto
y el Niño, feliz, agradecido, al marcharse los bendijo.
Ande, ande, ande la marimorena
que todos sonríen al ver a gente tan buena.

El pasillo quedó en silencio y los ángeles blancos siguieron haciendo su trabajo. Saben que pasarán los años y deberán volver a consolar al Niño, ayudarle a llevar su carga y curarle las heridas.

la Nochebuena se viene
La Nochebuena se va…

lunes, 23 de diciembre de 2019

Noche de Paz (Navidad - I)

Esta noche es Nochebuena, de Joaquín Sorolla

Cogió el primer tren de vuelta a casa, aunque nadie lo esperaba. Sabía que su mujer nunca le había perdonado lo que pasó la última Nochebuena. Aquella noche bebió más de la cuenta y ella se lo echó en cara, no pudo contenerse. Había pasado un año y era hora de volver a casa, las fiestas navideñas siempre son un buen momento para el reencuentro, para la reconciliación y para hacer nuevos propósitos.
Aunque no había vuelto a beber desde aquella noche, se tomó unas copas para animarse —Será una sola, se controlarme, se dijo—. La puerta estaba abierta, dudó, terminó la botella y entró. Ella intentó escapar pero la empujó contra la pared y la mandó callar, gritaba y le tapó la boca, le dio una bofetada, estaba histérica, tenía que tranquilizarla.
—Te quiero, le dijo, escúchame, esta Navidad será todo distinto, palabra.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Guerra (Serie mis cuadros - y 49)

Catedral de Jaén

El cabildo catedralicio, a la vista del cariz que estaba tomando la situación, tomó una decisión valiente e inesperada: Le quitaron a san Fernando la espada y le ofrecieron un móvil con tarifa plana y datos ilimitados. En la fachada barroca, la pétrea figura del santo, se sentó en la bola del mundo y comenzó a hacer llamadas a los principales protagonistas del litigio, que tenía en vilo a la población, para buscar una salida pacífica y evitar así una nueva cruzada, pero todo fue inútil y las partes siguieron enfrentadas.
En una nueva reunión del cabildo, a las que invitaron a representantes de los distintos poderes enfrentados, devolvieron la espada a san Fernando y sacaron en procesión a Santiago.
Las campanas comenzaron entones a tañer sin descanso, los almuédanos llamaron a la oración y, en todas partes se oyeron los gritos de los militares y las arengas de los muyahidines.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Perdida en la ciudad (Serie mis cuadros - 48)

Sevilla desde la Giralda

Piensan que siempre estamos ahí, aunque a veces, en la casa, de noche o un día nublado, desaparecemos; y puede ocurrir que ya no nos recuperen. Son tan insensibles que no llegan a echarnos de menos, y el resultado es que el mundo está lleno de hombres sin sombra y sombras sin dueño.
Cuando perdí a mi dueña, hace ya muchos años, me mantuve escondida un tiempo, procurando no pasar por espacios abiertos en los que el sol pudiera revelar mi presencia, pero pasados los días decidí salir a buscarla, aunque nunca la encontré. Anduve por las calles, me crucé con alguna persona que había notado que ya no le acompañaba su imagen, e incluso me topé con un joven que se fijó en mí y se acercó; pero no formábamos una pareja creíble y desistió.
Desde entonces me han visto deambular solitaria, a mí y a otras como yo. Aparecemos en cualquier esquina al atardecer, nos llaman fantasmas.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Ícaro (Serie mis cuadros - 47)



Puente de Triana. Sevilla
Detrás del puente, la luz artística de los monumentos iluminaba el margen del río y cegaba las estrellas de una noche si nubes ni luna. Debajo el agua corría mansa entre los pilares irisando la luz de las farolas y la imagen del joven que se mantenía quieto, incluso desafiante, subido en la baranda, mirando al frente, ajeno a lo que ocurría alrededor.

Por la calzada, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o, como mucho, miraban de forma desinteresada.

—¿Qué hace? —murmuraban voces cercanas a sus espaldas.
—Habrá que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es que nadie va a hacer nada?
—¡Dios mío!
—¡Qué alguien llame a la policía, o a los bomberos!

Debajo del puente, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban coger el sueño sobre sus cartones.

—¡Mira, ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso.
—Pues venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga, tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya capullo!

Fue entonces cuando desplegó sus alas y salió volando. Los paseantes y los curiosos volvieron a sus quehaceres, las pandillas a sus asuntos, las parejas a sus ternuras y los mendigos a la poltrona.

Conforme se acercaba el día, temiendo que el sol derritiera sus alas, nuestro hombre decidió volver a descansar, esta vez en un campanario.

En la plaza, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o, como mucho, miraban de forma desinteresada.

—¿Qué hace? —murmuraban voces cercanas al pie de la torre.
—Habrá que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es que nadie va a hacer nada?
—¡Dios mío!
—¡Qué alguien llame a la policía, o a los bomberos!

Detrás de la iglesia, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban coger el sueño sobre sus cartones.

—¡Mira, ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso
—Pues venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga, tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya capullo!

Pronto se pondrá el sol —pensó.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Creando amistades (Serie mis cuadros - 46)

Portón, Guareña

Juana era una mujer laboriosa y de costumbres sencillas. Su principal labor era pasar las tardes en casa viendo la televisión mientras hacía punto. Era tal su afición y habilidad que medio barrio tenía un chaleco o una toquilla hecha por ella.
Aquella mañana en que cambió su vida había ido a la mercería de Teresa, y comprado una gran cantidad de ovillos de lana de todos los colores y texturas. Llenó la despensa con lo necesario para su sustento, y se encerró para hacer lo que sería su gran obra.
Primero extendió por el suelo un ovillo de lana azul, formando una especie de red alargada, y posteriormente hizo otra red paralela, ésta con lana roja, y unió a ambas en el centro, a unos ciento cincuenta centímetros del extremo más corto y un metro sesenta del más largo, haciendo un ovillo bicolor. Después, más o menos a la mitad, utilizó ovillos granates, ocres, grises, amarillos y verdosos, distribuidos unos de forma simétrica, otros anárquicamente. Para el vértice superior utilizó una madeja marfil de lana muy gruesa, con la que realizó minuciosas y preciosistas curvas y recovecos. Para terminar, dispuso de una lana crudita muy almidonada, que serviría de sustento a toda su obra.
Tras asegurarse de que todo estaba en orden puso su obra en pie sobre sus dos extremidades inferiores, con los brazos, tronco y cabeza perfectamente realizados, y un añadido de lana elástica entre las piernas. Descansó satisfecha por el final  de su trabajo que, sin duda, le serviría para hacerle la vida más cómoda y satisfactoria.
 Poco a poco le fue enseñando las funciones básicas del cuerpo de casa: limpiar, cocinar, acompañarla mientras ve la televisión, tender la ropa, cocinar y hacer la cama que, gracias al apéndice elástico, con frecuencia amanecía muy alborotada.
Pero Pedrito Lanudo, que así lo llamó, fue tomando confianza, abandonó sus faenas y se dejó llevar por la pereza y la abulia. Juana empezó a impacientarse y, viendo que no respondía a sus peticiones, se olvidó de él, que desde ese momento permaneció adormilado sobre la cama. Pasado el tiempo sin que se solucionara el problema, decidió darle una solución, aprovechó una tarde en que su Frankestein Lanudo, dormía profundamente, y sujetó un punto suelto que vio a la altura de un dedo del pie, como el hilo que queda en el calcetín puesto al revés, y así, tirando tirando, fue recogiendo toda la lana en madejas, hasta que hizo desaparecer a su Pedrito, del que tanto tiempo había disfrutado y ahora de aburría.
Sin descanso, se sentó a ver la televisión, volvió a sus quehaceres y, con los ovillo de distintos colores que recogió del suelo comenzó su nueva obra, un perrito de lana, de más o menos un año de edad, para que ya estuviera crecidito y educado, y le diera compañía.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Ráfagas (Serie mis cuadros - 45)

Patio sevillano

Los días pasan como las hojas de un periódico roto arrastradas por el viento, y ahora me envuelve la quietud. Nací, como Mercedes, en una familia acomodada, en una casa sevillana, entre jazmines y libros —niñez dulce y serena—. Mis padres insistieron en que estudiara, pero yo solo quería escribir, y logré éxito y bonanza económica, gracias a unos mentores y al apoyo de una editorial que publicó mi primer poemario, y así disfruté organizando tertulias en las noches de luna, y me divertí incluso cuando las cosas empezaron a ir mal —juventud, flor abierta—. En mis postreros años de penuria —ancianidad triste y sombría—, me quedaba sin cenar, remendaba mi ropa y me calentaba al fuego de mis queridos libros, pero siempre estuve rodeada del cariño de los que lloraban, reían o soñaban conmigo.
Hoy descanso entre cipreses, bajo la lápida cubierta de flores marchitas, en la que mis amigos, fieles a su promesa, hicieron grabar su poema:

No me dejéis siempre sola
en mi sepulcro escondido,
porque me espanta la ola
quieta y mansa del olvido.

 En memoria de Mercedes de Velilla y su tertulia de la calle Manteros.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Historia de amor (Serie mis cuadros - 44)

Faro de Rota


El camino era corto y el destino estaba muy cerca. Nada más cruzar el arco, entre pequeñas embarcaciones y alguna que otra taberna, se alzaba imponente el faro.
Juande había decido subir esa noche y sabotear el motor para que la luz quedara fija en la pintada que había hecho en un muro cercano. Decía «PEPA, CHULI ¿KIERES CASARTE CONMIGO?»
Pepa no lo dudó, escaló el faro y movió el foco un poco más a la derecha, donde había escrito en mayúsculas «NO, TÍO, DÉJAME YA».
El hermano de Pepa, hizo lo mismo y escribió «¿ERES TONTO O QUÉ?
Juande contestó «¡NO TE METAS TÍO!».
El foco siguió girando a la derecha conforme las pintadas crecían.
—«ES MI HERMANA».
—«YO LA QUIERO».
—«¿LA QUIERES DE VERDAD».
—«SÍ, CON TODA MI ALMA».
Entonces llegó una grúa, dejó caer un contenedor en el muro del muelle, y tapó muchos de los mensajes. A cada lado ya solo se podía leer «PEPA, CHULI ¿KIERES CASARTE CONMIGO?» y « SÍ, CON TODA MI ALMA».
Pepa cedió ante la evidencia y hoy son felices, la grúa se llevó el contenedor, el faro volvió a girar y Juande limpió el muro cuidadosamente.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Vuelta a empezar (Serie mis cuadros - 43)

Parroquia de Nuestra Señora de la O. Rota


En una sociedad desacralizada y en plena crisis económica, los poderes eclesiásticos terrenales optaron por abandonar el empobrecido Vaticano. Alquilaron una furgoneta para hacer un porte con los escasos bienes que le quedaban, repartir los de más valor, y trasladar a Dios y su corte celestial a su nuevo destino.
El evento se organizó un Viernes Santo en Lamia Huta, capital de un pequeño y pobre país africano en el desierto de Calazumbra. Asistieron el jefe de la tribu, el consejo de ancianos, los habitantes del pueblo y cuatro escritores, que pronto comenzaron a extender la buena nueva.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Mirando al mar (Serie mis cuadros - 42)


La Caleta, Cádiz
Era un restaurante muy reconocido, con mucha luz y grandes ventanales que daban a la playa. Hacía un año que se conocieron y él quería agasajarla en un día que consideraba muy especial. Al entrar rompieron el silencio del local con sus risas; la llevaba en brazos y con los ojos tapados mientras le silbaba Ahora bésala, su canción favorita y ella respondía con besos y grandes carcajadas.

—Su mesa está preparada —dijo el camarero al recibirlos.
—Gracias Grimsby, sírvame una copa de vino para mí y traiga agua para ella.
—Enseguida señor. Buenas tardes, señorita.
—¡Espere, por favor! —interrumpió la joven—, ¿Me podría traer un barreño lleno de agua natural?
—Enseguida, señorita.

La mirada de él no dejaba dudas de sus intenciones en ese día, sin embargo ella era incapaz de levantar la cabeza, sumida en sus pensamientos.

—Estás muy callada ¿qué te pasa?
—Verás, quería hablar contigo.
—No, espera, hoy no quiero escuchar problemas ni malas noticias, y tu cara es reflejo de que algo no va bien.
—Es que…
—Espera, te he dicho, antes tengo que decirte algo. Hace un año que salimos y…

En esto llegó el camarero con el barreño.

—¿Quiere probar a ver si la temperatura es la adecuada?
—Está bien, gracias.
—¿Se lo pongo aquí? —preguntó.
—No, mejor debajo de la mesa. Perdone tanta molestia.
—Al contrario, es un placer atenderla.
—Bueno, como te decía —retomó la conversación, al tiempo que ella intentaba comenzar—, hace un año que…
—¡Espera! —gritó ella decidida, con lágrimas en los ojos—, estoy muy avergonzada, pero tengo que pedirte algo que para mí es muy importante en este momento. Quiero que seamos felices juntos.
—No hables del futuro, somos felices ya, y lo que vengo a pedirte es que compartamos esa felicidad toda la vida.
—No, eso no es así, eres muy bueno —dijo ella entre llantos—, pero para seguir juntos necesito dinero, mucho dinero, del que no dispongo.
—Yo te daré lo que necesites.
—¿Ochenta mil euros? ¿Tienes ochenta mil euros? —gritó ante la mirada de todos los clientes del restaurante y del camarero.
—¿Para qué quieres tanto dinero?
—Me cuesta mucho tomar esta decisión, y no lo hago solo por mí, es por nuestro futuro en común. Sin ese dinero, tendremos que separarnos. No quiero sufrir más ni condicionarte tu futuro.

Se secó las lágrimas y apretó la mano de Eric, mientras lo atendía el camarero.

—Sírveme otra copa, Grimsby, por favor. Y llena el barreño otra vez, que se está quedando seco.
—Enseguida, y perdone mi despiste, no he estado atento.
—Tranquilízate —insistió Eric con verdadera compasión—, buscaremos el dinero, pero ¿para qué lo necesitas?
—Tengo que operarme, no podemos seguir así, tu vida ha cambiado, no sales ya con nadie, nos miran por donde vayamos; observa la mirada sin disimulo de todos los clientes del restaurante, hasta el pinche de la cocina.

—Le traigo más agua para el barreño, señorita —interrumpió Grimsby—, pero tenga cuidado, por favor, está salpicando a los señores de la mesa de al lado.

—A mí eso me da igual, cariño —continuó Eric.
—Pero a mí no ¿Te imaginas cuando seamos mayores y no puedas cargar conmigo?
—Bien, vamos a hablarlo ¿Has encontrado un cirujano dispuesto?
—Sí, el doctor Facilier. No tiene mucha fama de honesto, pero está dispuesto y es bueno en su oficio, según dicen. Es mi decisión, Eric, me he despedido de Sebastián y de mis hermanas. Solo quiero poder andar, no dejo de pensar el día en que entre caminando de tu brazo en la catedral, para unir nuestras vidas y nuestro futuro.
—Te quiero Ariel, conseguiré el dinero.

Se besaron emocionados, y los comensales de la mesa de al lado se apartaron para evitar las salpicaduras que Ariel producía moviendo la cola en el barreño.

viernes, 25 de octubre de 2019

Crimen en la noche oscura (Serie mis cuadros -41)

Calle Betis. Sevilla

En pleno centro de Sevilla, a más de cuarenta y dos grados a la sombra, a las cuatro de la tarde, solo estábamos en la calle ella y yo.
Me presento, Soy Juana, la sombra de Juana Arteaga Medellín. Con el sol en todo lo alto, estoy regordeta y achaparrada, pero quisiera que me vierais a eso de las siete de la tarde, cuando alcanzo mi máxima esbeltez. Vivo con mi dueña desde el mismo día de su nacimiento, aunque como nació en un oscuro día de diciembre, tardamos casi una semana en conocernos.
Desde el primer momento tuvimos discrepancias, yo siempre quería ir al oeste, para retrasar el ocaso, y ella, dependía del momento o de su capricho, iba en cualquier dirección, incluso me parecía que buscaba lugares umbríos para hacerme desaparecer.
Un día me harté, lo recuerdo perfectamente. En realidad fue un juego de niñas para darle celos; ocurrió en una verbena, había mucha gente y luces estroboscópicas de colores por todas partes, que producían cientos de extrañas y cambiantes imágenes, arrastrándose por el suelo y saltando en las paredes. Aproveché la ocasión y di el cambiazo, me fui con una joven y a ella le endosé la sombra de un bajito rechoncho que más que bailar parecía que convulsionara. Duró poco, cuando vi que se iba, lo devolví a su dueño y yo regresé a los pies de Juana. Esa fue mi primera decepción, no se había dado cuenta.
En otra ocasión me eché una amiga y durante un tiempo paseamos juntas las tres, hasta que la vio y de una patada me quiso cambiar por ella. En cuanto me di cuenta, la arrojé a un alcorque y allí se quedó, sin que nadie extrañara de que un naranjo proyectara una sombra con dos piernas, brazos y cabeza, hasta que el sol llegó a lo alto y la sombra del árbol la engulló, excepto la cabeza y parte de un hombro, que quedaron sobre el acerado. A la mañana siguiente barrendero la arrastró hasta una esquina umbría en la que nunca daba el sol.
Pensé que ya no me quería, no sé si eran celos o si, con el paso del tiempo, notó que me iba quedando más bajita, algo encorvada y perdía agilidad. Desesperada urdí un plan perfecto para deshacerme de todas las sombras y evitar competencias: cada día, a las doce de la mañana, me desprendía de ella, y salía a eliminarlas, hasta que no quedó ninguna. Para ello utilicé el mortífero EBS (siglas en inglés de espray extremadamente luminoso) y, para que no pudieran esconderse, hice desaparecer las zonas umbrías con EPS (espray extremadamente fotoluminiscente). Fue entonces cuando Juana volvió a fijarse en mi y la gente en ella, a la que no le perdonaban que fuera la única en poseer una sombra. La apodaron Juana la Malasombra.
Nunca más nos separamos. Pasábamos juntas las veinticuatro horas del día. En la casa siempre ponía luces indirectas, leía junto a una ventana al amanecer, en la pared opuesta al atardecer y por la noche, encendía una gran vela que me proyectaba en un hermoso juego de luces. Pero jamás me miraba o me hacía un gesto de cariño, estaba segura de que solo me quería para mantener su fama.
Un fatídico día, en que se fue la luz y se le acabaron las velas, coincidiendo con un eclipse de luna en una noche tormentosa, culminé mi venganza. Aproveché un relámpago para, en los escasos segundos de existencia que me dio el resplandor, acabar con ella con la sombra que el PSDSP (espray de defensa personal de gas pimienta) que tenía en la mesilla proyectó, y escapar pegada al faro de un coche conducido por una joven preciosa. Se llama Carmina, Carmina la Malasombra.

viernes, 18 de octubre de 2019

Telerrealidad (Serie mis cuadros - 40)

Sobremesa

Llevaban más de cuarenta años casados y nunca había pasado una noche fuera de casa, pero un día, tras una pequeña discusión sobre qué marca de café era la mejor, se levantó, dio un portazo y desapareció.

—¿Dónde has estado? —pregunté cuando volvió un mes después.
—Salí —fue su única respuesta antes de servirse la copa e irse al sofá a ver la televisión.
—¿No tienes nada que contarme?
—Mañana hablamos. Estoy muy cansado.

Ella se levantó a recoger la mesa y él cogió la chaqueta y salió a la calle. En la telenovela Daniela lloraba intentando retener a Humberto que, tras tomar el café, abandonaba la casa dando un portazo.
Dejó la bandeja en la cocina, apagó la televisión y la casa quedó en absoluto silencio.

viernes, 11 de octubre de 2019

Crónica (Serie mis cuadros - 39)

Castillo de Santa Catalina. Jaén

Cuando desperté el dinosaurio todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos de la casa. Juntos fuimos a la Montaña Brumosa a buscar al Mago Barlino, para que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de del Lago Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos de su Reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos hacía invisibles.


En casa me esperaba el tito Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo, solo aparecía el principio de la historia!

A Augusto Monterroso

viernes, 4 de octubre de 2019

Antesala (Serie mis cuadros - 28)

Baños Árabes, Jaén

Desde que trabajaba en los Baños Árabes como guía, cada mañana, antes de que llegaran los turistas, entraba a ver si todo estaba en orden, y la encontraba sentada en la Sala Templada, cubierta con el hijab, mirándolo con sus intensos ojos ambarinos. Nunca pudo hablar con ella, pues nada más verlo corría entre las columnas para desaparecer en la Sala Caliente.

A la pequeña la abandonaron hace más de nueve siglos —los ojos amarillos son cosa del demonio, dijeron—, y desde entonces vivía enclaustrada en la alcoba de la Sala Fría, de donde solo salía, cuando el alba entraba por las estrellas de la cúpula, para rezar sus oraciones. A veces la sorprendía un hombre con un extraño atuendo azul, que se quedaba parado en el vestíbulo y la seguía con su profunda mirada rubí, mientras se escondía en las calderas.

Una noche el guía se quedó escondido en una de las calderas esperando que la niña saliera.
—Llevaba siglos intentado recuperarte —interrumpió a la pequeña, clavándole los ojos rojos—. Ven a las calderas.
—No sé quién eres —replicó.
—Da igual, nunca abandono a nadie de mi estirpe.

El guía desapareció y se llevó con él el secreto de la pequeña fantasma. A veces, en los baños, se oyen gritos y un extraño olor a azufre procedente de la caldera lo envuelve todo.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Ánimas errantes (Serie mis cuadros - 37)

Cáceres

En la antigua ciudad amurallada, cuando el ocaso dora las fachadas renacentistas, los ancianos se recogen, los comercios cierran sus puertas, los viandantes se resguardan en sus casas, los turistas beben en las numerosas tabernas, las cigüeñas vuelven a las espadañas, y los jóvenes se ocultan en los recovecos del casco antiguo o llevan la algarabía a la Plaza Mayor.
Poco a poco la noche se va adueñando del espacio, las calles quedan vacías, los portales despiden a las parejas, las luciérnagas que iluminan la cena en cada casa se apagan y el silencio, roto solo por las campanas de la Concatedral, se enseñorea en loas rincones.
Entonces salimos nosotras a deambular por las calles sombrías. Sin que nadie nos vea paseamos, nos reunimos, jugamos o simplemente nos contamos como ha ido el día. Lo único que nos preocupa es que la luz una farola, de unos faros, o el neón de una tienda nos descubra. Siempre hay alguien que nos ve, quizás algún noctámbulo, un borracho, el sereno o un vagabundo, y grita que ha visto un fantasma. Nosotras nos sentimos mal, no nos gusta que nos confundan las otras sombras, con las que han quedado vagando desde que la muerte cogió a su amo desprevenido al atardecer. Esas sí son fantasmas.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Despertar (Serie mis cuadros - 36)

Campo de girasoles

Ayer un árbol,
            párpado inquieto, intermitente, imprevisible
guiñaba a la luna
            clara, solemne, insolente
al cerrar la noche
            temerosa, confusa, impenetrable
ante mis ojos
            imprevisibles,
            insolentes,
            impenetrables.

Mañana el girasol,
            pausado, amable, previsible
viraba para alcanzar el día
            perfecto, impreciso, irrepetible,
y volvía a desperezar el sueño
             añorado, perdido, irrecuperable.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Equilibrio (Serie mis cuadros - 35)

Villa Nervofitos


Antonio, era muy cafetero, pero los pequeños e inquietos nervofitos lo traían por la calle de la amargura. Eran traviesos, hacían carreras de natación, saltos de trampolín desde el fino de la taza, e incluso practicaban surf aprovechando las olas de la espuma creadas por la cuchara. Bailaban, reían, cantaban y, cuando iban a ser absorbidos, se agarraban a su bigote, a las gafas o al pelo, dándole tirones y evitando el descanso de la siesta.

No pudo aguantar más y decidió pasarse al descafeinado. Al principio le fue bien, pero los nescafitos, con esa pachorra que los caracteriza, incapaces de moverse ni siquiera cuando se los iban a tragar; le terminaron contagiando hasta el punto de encerrarse en la casa, entre la cama y el sofá, sin otra actividad que no fuera cambiar la cadena de la televisión.

Villa Nescafitos
Pensó que la mezcla de  nervofitos y nescafitos podría ser una solución. Comenzó a mezclar el café con el descafeinado. Notó que cuando echaba más del primero se ponía muy nervioso y cuando era mayor la cantidad del segundo, se abatía. Por mucho que lo intentó no encontraba la armonía que buscaba.

Le aconsejaron que dejara el café. Él hizo caso y optó por el té y la manzanilla, hasta que aparecieron los tenervitos y los flemanenses.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Fondo de armario (Serie mis cuadros - 34)

Feria de Sevilla (fondo de armario) 

Era día de feria. Había que aprovecharlo y se reunieron todos en casa de Mamá Osa para arreglarse.

Mamá Osa sacó el traje beige de otros años.
Sus dos hijas, Osita y Oseznita, se vistieron respectivamente con el rojo ribeteado en encaje blanco, y el celeste bordado.
La perrita Pompa se puso el rojo liso y la gatita Misela el naranja.
María, la niña mimada del quinto, insistió en que le dejaran el granate y no paró hasta que lo consiguió.
Una bombera que pasaba por allí después de haber apagado el fuego de la caseta de la Asociación de Cacharritos Contra el Cambio Climático (ACCCC), pidió permiso para asearse y le ofrecieron el traje verde para que fuera a la feria con ellas, lo que aceptó conmovida.
El traje rojo con lunares blancos se lo ofrecieron a Barbie, una joven que montaba a una yegua morada, para la que habían reservado el amarillo a juego. 
Dos gemelas de largas pestañas, que solo se diferenciaban por el color de sus ojos y de su ropa, pidieron uno que hiciera juego con su mirada, y les dieron el azul de lunares y el verde.
Una astronauta recién llegada de Marte pidió el traje rojo que quedaba. Tenía morriña.
Los Tres Cerditos que, como podemos ver en los dibujos eran unisex, se pidieron el azul, naranja y granate, y el lobo, para confiarlos y poder comérselos en la trastienda, se disfrazó con el naranja que estaba al final del armario.

Se lo pasaron estupendamente. Rieron, cantaron, bailaron, bebieron y disfrutaron hasta el amanecer.

A la mañana siguiente, todo volvió a la rutina. Mamá Osa castigó a Osita y Oseznita, por traviesas. Pompa se cansó de perseguir a Misela, y ésta se escondió bajo la falda de María, rasgando la tela. La bombera, siempre fiel a su obligación, intentaba mantener el orden, pero se desató un nuevo fuego en la ACCCC y tuvo que irse, para lo que se montó en la yegua del traje amarillo, dejando tirada a Barbie, que lloraba, y era consolada por las dos gemelas y la astronauta. Alrededor del grupo los tres cerditos corrían en círculo huyendo del lobo.

Cuando su madre dio un grito y alzó la mano, las pequeñas guardaron la caja de Playmobil en el armario y se fueron a hacer los deberes.

viernes, 30 de agosto de 2019

Peregrino (Serie mis cuadros - 33)

Camino del Rocío

Cuando terminó de hacer el camino, se sentó en un banco al final de la aldea y allí, entre flamencos y garzas, mirando las tranquilas aguas de la marisma, comentó con sus ancianos padres y con sus abuelos la jornada, mientras el sol descansaba en la alfombra roja de poniente.

El banco crece con el paso de los años, y mengua con el olvido.