Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 27 de septiembre de 2019

Ánimas errantes (Serie mis cuadros - 37)

Cáceres

En la antigua ciudad amurallada, cuando el ocaso dora las fachadas renacentistas, los ancianos se recogen, los comercios cierran sus puertas, los viandantes se resguardan en sus casas, los turistas beben en las numerosas tabernas, las cigüeñas vuelven a las espadañas, y los jóvenes se ocultan en los recovecos del casco antiguo o llevan la algarabía a la Plaza Mayor.
Poco a poco la noche se va adueñando del espacio, las calles quedan vacías, los portales despiden a las parejas, las luciérnagas que iluminan la cena en cada casa se apagan y el silencio, roto solo por las campanas de la Concatedral, se enseñorea en loas rincones.
Entonces salimos nosotras a deambular por las calles sombrías. Sin que nadie nos vea paseamos, nos reunimos, jugamos o simplemente nos contamos como ha ido el día. Lo único que nos preocupa es que la luz una farola, de unos faros, o el neón de una tienda nos descubra. Siempre hay alguien que nos ve, quizás algún noctámbulo, un borracho, el sereno o un vagabundo, y grita que ha visto un fantasma. Nosotras nos sentimos mal, no nos gusta que nos confundan las otras sombras, con las que han quedado vagando desde que la muerte cogió a su amo desprevenido al atardecer. Esas sí son fantasmas.

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