Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

jueves, 26 de octubre de 2023

El más allá


La escalera que subía el cielo se había quedado corta. Me aseguraron que era suficiente con los pocos peldaños que tenía, pero cuando la vi asentada sobre un muro infinitamente más alto, me desengañé. No obstante, que para eso me había acicalado con mis mejores galas —sombrero, traje príncipe de gales y abrigo de paño gris a juego con el cielo mortecino de aquella mañana—, me decidí a subir; y aquí estoy, asomado a la interminable pared que separa la ciudad de la nada, y que se extiende desde mis ojos hasta el infinito.

jueves, 19 de octubre de 2023

El pescador pescado


Dejó su platillo volante en un aparcamiento cercano y se sentó junto a mí en su sillita de playa. Me llamó la atención su color verde aceituna, pero al decirme que era de Marte lo entendí. Me contó que había venido a la Tierra a pescar porque en su planeta no hay agua. Sacó la caña y los aparejos y puso el cebo en el anzuelo. La carnada era tan apetitosa y estaba moldeada de tal forma que los peces no se podían resistir. Yo me quedé mirando para internar copiarla, pero finalmente sucumbí a la tentación y piqué.

La nave se elevó y desde entonces dos sillas vacías envejecen en la orilla del río.

viernes, 13 de octubre de 2023

Remembranza

—Ya estoy en casa —gritó imbuida en un pasado que se recreaba en los muebles y objetos que la acompañaron desde su infancia y que la han abandonado al cumplir sus neuronas la misión de vivir, arrastrándola a un presente sin ayer ni mañana. 

Esas son las únicas palabras que siempre estarán presentes en su memoria y que no es capaz de pronunciar a pesar del esfuerzo, que solo la lleva a un balbuceo ininteligible.

—Ya estoy en casa— dijo en un único momento de lucidez que, no obstante, la devolvió transitoriamente a una realidad en la que pudo ver que esa no era ella. 

jueves, 5 de octubre de 2023

La rebusca


Cuando el amanecer se derramaba por las plateadas lomas de Úbeda, tras una granizada que la noche anterior tiró a una joven aceituna —un minúsculo brote en el centenario olivo— a las tierras inhóspitas de secano, unas manos negras, desesperadas y sucias de miseria, la recogieron y echaron en el capacho para acarrearla con la rapidez propia de quien no puede esperar.

Entre hojas y ramas y otros frutos, humilde y dolida, veía pasar los días sumida en la angustia de su cercano final en un umbrío almacén. Fue entonces cuando, por fin, notó que la transportaban a la almazara para su molturación, y sintió orgullosa que su corta vida, su espera y su sacrificio no serían inútiles.

 

o.