Cuando el amanecer se derramaba por las plateadas lomas de Úbeda, tras una granizada que la noche anterior tiró a una joven aceituna —un minúsculo brote en el centenario olivo— a las tierras inhóspitas de secano, unas manos negras, desesperadas y sucias de miseria, la recogieron y echaron en el capacho para acarrearla con la rapidez propia de quien no puede esperar.
Entre hojas y ramas y otros frutos, humilde y dolida, veía pasar los días sumida en la angustia de su cercano final en un umbrío almacén. Fue entonces cuando, por fin, notó que la transportaban a la almazara para su molturación, y sintió orgullosa que su corta vida, su espera y su sacrificio no serían inútiles.
o.
¡Caramba!
ResponderEliminarHoy, Eze, me has emocionado. Me he visto en la aceituna y he sentido un estremecimiento al descubrir cuántas nuevas vidas puede crear una sola vida.
Toda acción en nuestras vidas tiene repercusión para nosotros o para quien nos rodea. En el ciclo dol olivar nada ni nadie sobra.
EliminarSiempre recuerdo el olor a aceite de la cocina de la "Chicha" bendito elixir de la vida que desprende esa oliva joven que nos marca para siempre, ole
ResponderEliminarLa añoranza nos suaviza nuestro pasado.
Eliminar