—Ya estoy en casa —gritó imbuida en un pasado que se recreaba en los muebles y objetos que la acompañaron desde su infancia y que la han abandonado al cumplir sus neuronas la misión de vivir, arrastrándola a un presente sin ayer ni mañana.
Esas son las únicas palabras que siempre estarán presentes en su memoria y que no es capaz de pronunciar a pesar del esfuerzo, que solo la lleva a un balbuceo ininteligible.
—Ya estoy en casa— dijo en un único momento de lucidez que, no obstante, la devolvió transitoriamente a una realidad en la que pudo ver que esa no era ella.
No estaban papá ni mamá no estaban los abuelos -que nunca vivieron allí- ni estaban mamá Carmen ni mamá Otra. No estaban los hermanos, Eduvigis ni Rosalía.
ResponderEliminarEstaban los tabiques, la pintura y algunos muebles pero no estaba la vida que recordaba.
Lo siento, hoy tengo un ataque de remembranza.
Los objetos que nos rodeaban en tiempos remotos son puentes a las personas que vivían con ellos y con nosotros.
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