Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 31 de enero de 2020

Fábulas de este mundo - I: Fábula del pezombre del sur

Sirena y Tritón. Dibujo anónimo ruso

En un tiempo lejano, allí por los confines del océano, muchos valientes habitantes del tercer mundo se mutaron a peces, empujados por el hambre y la necesidad de supervivencia. Tras meses, incluso años, sin poder arribar en la tierra prometida, fueron perdiendo sus atributos humanos, se cubrieron de escamas, le crecieron branquias y se olvidaron de su vida terrestre, ante le indiferencia e incluso la satisfacción de los humanos.
            En tierra los llamaron los pezombres, y los fines de semana iban a buscarlos entre los juncos, en las orillas o os puertos, donde se alimentaban de despojos, y se los enseñaban a los niños, que disfrutaban echándoles de comer.
Pasado el tiempo, la pesca furtiva y las grandes navieras acabaron con la pesca, los pezombres comenzaron a pasar hambre y salieron de su hábitat a buscar comida en la tierra. Los humanos, alarmados ante lo que consideraron una invasión, los persiguieron, pero ellos, que no habían olvidado caminar, aprendieron a escabullirse, esconderse y defenderse y, tal era su número y voracidad, que acabaron con todo lo comestible.
            El último humano que sobrevivió a la hambruna creada, dejó escrito en una roca, anres de morir: «Reparte tu pan, no tu hambre», y un pezombre escribió debajo: «La maldad, más temprano que tarde, siempre tendrá replica».

viernes, 24 de enero de 2020

Siglo XXI

Taberna, de Francisco Mir Belenguer

Charlie había perdido su risa, no sabe si la olvidó, se la robaron, cayó por una alcantarilla o si se fue con otro. Con esa pérdida se fue ese gesto amable tan suyo, y con él su trabajo y su futuro. Desde entonces anda buscando a alguien que le pueda dar  una pista sobre su paradero. Agotado, por la noche se sienta a tomar un café en el bar de su amiga Melanie, que extravió la esperanza y se pasa el día poniendo copas y cafés a clientes anónimos, sin mirarles a la cara ni desearles buenos días.
Se sentó en el único asiento vació del bar y preguntó si alguien había encontrado una sonrisa. A su izquierda, un señor bien trajeado le ha dijo que no la ha visto y que, si la viera, no podría identificarla como suya, y le dio la espalda malhumorado porque no sabe donde había puesto su alegría. Igual hizo la señora de su derecha, que había perdido la bondad, y no quería entablar conversación con una persona tan necesitada y triste. En la barra una anciana que tomaba café preguntó, aunque nadie la escuchó, si alguien sabía dónde estaban sus ganas de vivir, y un caballero bien trajeado, con sombrero de copa y gesto adusto, se quejaba de que desde hacía tiempo no veía felicidad. Por último, al fondo del bar, unos padres y un hijo discutían porque no sabían dónde estaban sus ilusiones perdidas.
Al cerrar el bar los clientes fueron saliendo, cada uno con su congoja, sin escuchar al vendedor ambulante que, al otro lado de la calle, pregonaba su mercancía: Se venden risas ficticias, alegría inmotivada, esperanza inútil, falsa bondad, vidas truncadas, felicidad fingida e ilusiones rotas.

viernes, 17 de enero de 2020

Reencuentro

El triunfo de Baco (fragmento), de José de Ribera

—¿Eduardo Barcal Olmo?
—¡Vaya! Ya era hora de que acercara, he notado que lleva tiempo siguiéndome ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Qué quiere de mí?
—Solo presentarme, Eduardo.
—No será solo eso, algún motivo más tendrá, digo yo.
—Efectivamente, me gustaría que habláramos, tenemos muchas cosas en común.
—¿Con ese porte y esos modales tan refinados que se gasta? No lo creo.
—Yo también me llamo Eduardo, concretamente Eduardo Barcal Olmo, como usted, y nacimos el mismo día y a la misma hora. Puede que no lo recuerde, pero crecimos juntos, de hecho, fuimos al mismo colegio, compartimos juegos y amigos.
—Imposible, eso no se olvida.
—Somos de la misma promoción de medicina, así lo quiso nuestra madre.
—Mi madre sí. La suya, ni lo sé ni me importa.
—Se volcó con nuestra educación. No tuvimos hermanos.
—Soy hijo único ¿cómo lo sabe?
—Yo también soy hijo único, de la misma madre. Ana, una gran mujer. Descanse en paz.
—¿Hijos de la misma madre y no somos hermanos? ¡Está desvariando, haga el favor de dejarme!
—No puedo, la realidad es que nunca nos hemos separado.
—¿Quién es usted, por Dios?
—Haga un ejercicio de memoria ¿Seguro que no me reconoce? ¿Tanto ha cambiado?
—No sé a qué se refiere.
—A su proyecto de vida cuando se abandonó a la bebida ¿Lo recuerda?  

Eduardo terminó su copa y salió del bar mirándose de soslayo en un espejo.

viernes, 10 de enero de 2020

Autorretrato


Autorretrato frente a un espejo. de Henri Toulouse-Lautrec
Se había pintado en más de cien cuadros. Se retrataba en cada uno de ellos frente al caballete y ante un espejo en el que se reflejaba pintando, y así sucesivamente hasta plasmar todas las obras de la serie. La perspectiva que consiguió fue tan real y minuciosa que se podía leer la firma y fecha de cada retrato. A pesar de la perfección de la obra, el público no supo valorar la perspectiva y el resultado conseguido, por lo que el artista, decepcionado, cogió un cuchillo y lo destrozó.
Comenzó una nueva serie de más de cien cuadros. Se retrataba en cada uno de ellos frente al caballete y ante un espejo en el que se reflejaba rompiendo el lienzo, y así sucesivamente hasta plasmar todas las obras de la serie. Cuando presentó su obra, el público no supo valorar la perspectiva y el resultado conseguido, por lo que el artista, decepcionado, lo destrozó y se volvió iracundo a los presentes.
Comenzó en la cárcel nueva serie de más de cien cuadros. Se retrataba en cada uno de ellos frente al caballete y ante un espejo en el que se reflejaba pintando y, al fondo, aparecía un grupo de personas que lo miraban atemorizadas.


lunes, 6 de enero de 2020

Epifanía (Navidad - V)

Adoración de los Reyes (detalle), de El Bosco

Pidió a los Reyes que le devolvieran a su papá, pero lo único que encontró aquella fría mañana de enero, entre juguetes y libros, fue una carta con un lacónico mensaje: «Nunca va a volver». Al cumplir seis años le habían que dicho que su padre se fue al poco de nacer él, y ahora pedía explicaciones.
Le entregó entre sollozos la carta a su madre que, tras leerla con atención, escribió en el reverso: «¿Por qué le has dicho eso al niño?», y la dejó sobre la chimenea. La respuesta de Baltasar no se hizo esperar: «No puedo mentir, pero tampoco voy a permitir que mi prestigio quede en entredicho por aquella noche de locura».

viernes, 3 de enero de 2020

Noche de Reyes (Navidad - IV)

Noche de Reyes, de  Julio Borrell Pla

Había decidido innovar y preparó con esmero el tentempié para los Magos de Oriente: Mantecado de chorizo de Pamplona y almendra, con pequeñas notas de curry, cidra y su sinuosa salsa de soja. Al no saber a qué hora llegarían Sus Majestades, dejó unas copas de vermú, rioja y vino dulce para que lo maridaran a su gusto.
A la mañana siguiente, las copas estaban vacías, los niños jugaban con sus regalos, él miraba los platos intactos y su mujer leía estupefacta una nota con tres firmas: Le falta sal.