Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

lunes, 28 de febrero de 2022

Memorias

La persistencia de la memora, de Salvador Dalí

Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para rellenarlas, y eso que mi hermana lo guardaba todo, hasta el detalle más insignificante que le permitiera revivir tiempos pasados, como su triciclo, el elástico, la cartilla escolar, el retrato de su madre, sus dibujos, los tres cuentos que escribió, y las cartas de su novio; pero también jeringas sucias, el cuchillo con el que acabó con el camello, la cara del guardia del correccional, dos balas que no llegó a utilizar, la papelina adulterada, la última foto, y el diario que dejó inacabado antes de su extravío. 

A nosotros nos queda mucho que escribir... y olvidar.


viernes, 18 de febrero de 2022

Muerte en la Quinta Avenida

Nueva York, Quinta Avenida, de Joan Marti Aragonès

«Se oye cantar al lobo en las calles de enero, y gritos de mujer en el fondo del vaso» —pensaba el inspector John Brown asomado a su balcón del viejo bloque de la Quinta Avenida.

El tintineo del hielo en el vaso medio vacío le devolvió a la realidad. Era el tercer asesinato de una joven desde que acabó el año, sin que tuvieran nada en común, salvo el amargo olor a güisqui que perfumaba la ropa de las tres víctimas.

Terminada la copa se puso la chaqueta y salió a pasear por las oscuras calles del centro de la gran ciudad. Hacía frío. Entró en el único bar que encontró abierto y pidió un Johnnie Walker doble con mucho hielo, le dio un trago, y se quedó en silencio saboreándolo. Una joven se le acercó.

—¿Me invitas? —preguntó.

—Claro —respondió sin levantar la cabeza.

—¿Estás solo?

—Sí.

La trompeta de Louis Armstrong edulcoraba la oscuridad del local.

—Hace mucho frío ahí fuera, ni los perros se atreven a salir ¿Me das un cigarro?

—Los perros no —contestó en inspector mientras buscaba la pitillera—, pero los lobos sí salen.

—¡Anda ya! Aquí no hay lobos, y si los hubiera serían de los de dos piernas y un güisqui en la mano.

—¿Te dan miedo los lobos? Si quieres te acompaño a casa.

—Vale, pero no me cuentes historias —dijo esbozando una sonrisa infantil y coqueta.

—Venga.

Se abrigaron y salieron abrazados para combatir el frío de la noche. El abrigo rojo de ella olía a güisqui.

«Se oye cantar al lobo en las calles de enero, y gritos de mujer en el fondo de mi vaso» —pensó el inspector Brown asomado a su balcón del viejo bloque de la Quinta Avenida.


sábado, 12 de febrero de 2022

Autobiografía exprés

El viejo escritor, de Fernando Amorsolo

Mi nombre era Mariano, y nací y fallecí el mismo día, cuando cumplí los setenta y seis años. Al principio estaban mis padres muy felices, pero cuando vieron que a los treinta minutos ya hablaba, corría por el pasillo y me comía bocadillos con la dentadura completa, comenzaron a extrañarse. A la hora de haber nacido me compraron una tarta a la que pusieron tres velas, y cuando cumplí los quince años, cinco horas después, dejaron ya de celebrar mi cumpleaños. Al llegar el medio día, mi anciana madre ya había fallecido, y mi padre me quiso llevar de viaje al extranjero para conocer mundo y me tuvieron que hacer un pasaporte de más de cien páginas, cada una con una foto, que estuvieron sacándome de media en media hora para actualizarlo hasta montarme en el avión.

            Al final de mi vida, solo en casa, pensé que no había podido tener un hijo, ni escribir un libro o plantar un árbol. Solo nací y crecí, pero sin poder multiplicarme.

Todo fue muy rápido, el día solo me dejó tiempo para escribir esta historia.

sábado, 5 de febrero de 2022

Rebelde

Laurette con un vestido verde, de Henri Matisse

«La que con verde se atreve, por guapa se tiene». Este antiguo refrán, válido también para el género masculino, fue el que le dio la novedosa idea al gobernante: Ordenaría a la población más favorecida que se vistiera de ese difícil color. La estrategia sirvió y, en poco tiempo, con una sola mirada aérea, era capaz de catalogar a todos los habitantes según su belleza o era una desviación estadística inevitable el concepto que cada uno tuviera de sí mismo.

A la vista del éxito de la medida, decidió ampliarla y, dependiendo de los intereses y necesidades administrativas, dispuso que los deprimidos se vistieran de negro, los felices de blanco, los enamorados de rosa, los entusiastas de amarillo, los místicos de púrpura, etcétera. A los inestables y bipolares se les permitió, en clausula anexa, vestir de rayas y, para aquellos que tenían matices en su rasgo predominante, creó un listado de complementos corbatas, sombreros, cinturones o bolsos—, de variados colores para su clasificación.

Un día las fuerzas de orden detuvieron a un ciudadano que se paseaba con el torso desnudo. El presidiario hoy viste de negro, y los ciudadanos usan complementos, más o menos disimulados, de igual color.