El viejo escritor, de Fernando Amorsolo
Mi nombre era Mariano, y nací y fallecí el mismo día, cuando cumplí los
setenta y seis años. Al principio estaban mis padres muy felices, pero cuando
vieron que a los treinta minutos ya hablaba, corría por el pasillo y me comía
bocadillos con la dentadura completa, comenzaron a extrañarse. A la hora de haber
nacido me compraron una tarta a la que pusieron tres velas, y cuando cumplí los
quince años, cinco horas después, dejaron ya de celebrar mi cumpleaños. Al
llegar el medio día, mi
anciana madre ya había fallecido, y mi padre me quiso llevar de viaje al
extranjero para conocer mundo y me tuvieron que hacer un pasaporte de más de
cien páginas, cada una con una foto, que estuvieron sacándome de media en media
hora para actualizarlo hasta montarme en el avión.
Al final de mi vida, solo en casa,
pensé que no había podido tener un hijo, ni escribir un libro o plantar un árbol.
Solo nací y crecí, pero sin poder multiplicarme.
Todo
fue muy rápido, el día solo me dejó tiempo para escribir esta historia.
Jo...
ResponderEliminar¡Qué vida más triste! qué rápida. No dar tiempo a disfrutar no siquiera de sus padres hace que no sea una vida completa.
La vida no debe ser tan rápida.
Triste no sé, depende. Hay que aprovechar cada minuto (o no) para cumplir tus deseos (o no) sin desesperar en ningún caso.
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