Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

sábado, 26 de diciembre de 2020

Navidad 2020 - II. Fin de Año

Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén, de Rembrandt 

Cuando en el último programa del nefasto año 2020 Marty McFly nos informó de que en sus viajes a través del tiempo montado en su DeLorean, hizo amistad con Baba Vanga, Nostradamus, Jeremías y otros visionarios, el fraude que los profetas habían mantenido a lo largo de los siglos quedó al descubierto. La certera llegada del asteroide durante las últimas doce campanadas previas al Armagedón, de la que ninguno de ellos había informado a Marty, convirtió la noticia en una simple anécdota. 

jueves, 24 de diciembre de 2020

FELICIDADES

Mis mejores deseos para estas navidades y para este próximo año que, seguro, mejorará el que estamos cerrando; y muchísimas gracias a mis lectores por sus cuarenta mil visitas.

sábado, 19 de diciembre de 2020

Navidad 2020 - I: Nochebuena

Navidad Mística, de Sandro Botticelli


Iban fatal de tiempo. Los Reyes se habían entretenido en diferentes recepciones y los pastores, a los que les habían llegado rumores del plan de Herodes con los Santos Inocentes, se escondieron o demoraron a ver qué pasaba. Hasta el Ángel se vio afectado por una tormenta que lo desvió hacia el mar. Cuando finalmente llegaron, el portal estaba vacío y en el suelo pudieron encontrar la propaganda de una posada en Egipto.

sábado, 12 de diciembre de 2020

Palabras de consuelo

 Valentine Gode-Darel, de Ferdinad Hodler 


Ella, en silencio, finge que se lo cree y sonríe a los que están en la rodean —ya verás que en poco tiempo estarás bien, no te preocupes, es cuestión de paciencia, sé valiente, tienes que descansar y comer—. Disimula en silencio y todos se van satisfechos. Todos menos uno, un caballero enjuto vestido de negro y con un reloj en la mano, con el que tampoco quiere conversar.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Introspección

Bailarina basculando, de Edgar Degas

Su condición de sordociega no le impidió disfrutar de la belleza. Comenzó su aventura en París, donde le dejaron que acariciara y estudiara a La Victoria alada de Samotracia. Se impresionó tanto que, cuando la recordaba, imitaba los movimientos con que la acarició en una especie de baile sensual, sinuoso. Repitió la experiencia, entre otras, con La Piedad, El discóbolo, Nefertiti, El pensador y El éxtasis de Santa Teresa.

Cada recuerdo, cada representación era un baile distinto, lento, profundo e hipnotizador, y así lo entendió un célebre coreógrafo, que la llevó a estudiar esculturas famosas y, para cada una de ellas, compuso una obra musical basada en percusión, que ella notaba por la vibración del suelo. Recorrió el mundo entero, alcanzando grandes éxitos con coreografías como El dolor de Laoconte, La noche oscura del Moái o Los amores de Venus y David.

En el cénit de su fama se encerró en su casa casi un año para aislarse y crear su baile más hermoso, personal y sincero. En el estreno, sin música, iluminada por un potente foco, y en un silencio casi religioso, comenzó a bailar como en un milagro invertebrado, para ofrecernos su más logrado número: Autorretrato.