Valentine Gode-Darel, de Ferdinad Hodler |
Ella, en silencio, finge que se lo cree y sonríe a
los que están en la rodean —ya verás que en poco tiempo estarás
bien, no te preocupes, es cuestión de paciencia, sé valiente, tienes que
descansar y comer—. Disimula en silencio y todos
se van satisfechos. Todos menos uno, un caballero enjuto vestido de negro y con
un reloj en la mano, con el que tampoco quiere conversar.
Porque lo representamos siempre de negro... Lo mismo es blanco y podemos hablar con él. Tiempo divino tesoro, mucha información en tan poco texto.
ResponderEliminarHoy, en particular, el señor de negro se torna tangible, sustituyendo su bata blanca habitual.
ResponderEliminarVestido de blanco negro, lo veamos blanco o negro, ahí está.
EliminarEstar arropado por amigos y allegados (palabra célebre últimamente) ayuda y mucho. Otra cosa es cuando la realidad se impone y llega la hora de la que nadie puede desasirse.
ResponderEliminarUn abrazo, Ezequiel
Tienes toda la razón, y sentirme yo también arropado por tus comentarios, siempre tan acertados y positivos.
EliminarUn abrazo y feliz Navidad.
No es que podamos hablar con él, es que probablemente, de forma voluntaria o involuntaria, lo hacemos cada día, con cada gesto, en cualquier situación, para reconocer su existencia o intentar ignorarlo y elejarlo.
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