Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 26 de octubre de 2018

Un cuento escatológico basado (solo un poco) en un hecho real

Head, de Francis bacon

Alguien había decidido descargarse en mi garaje, y el producto fue una deyección inmensa, en forma de espiral con final apuntando al cielo, detrás de mi coche. No le di importancia —algún desesperado, pensé—, pero al día siguiente, a los dos días y durante toda la semana se repitió. Faltaba poco para el día asignado para la limpieza, por lo que decidí esperar, hasta que viendo que tardaban llamé. Me dijeron que pasarían lo antes posible. Mientras, cada día las heces iban ocupando el reducido espacio de mi garaje.
Comenzaban mis vacaciones, así que me fui con la esperanza de que a la vuelta estaría resuelto el problema y el culpable de tanta porquería habría sido desenmascarado. Vana esperanza la mía, toda la parte posterior del garaje, todo el lateral derecho, los parabrisas y el techo del coche estaban cubiertos de excrementos. En vista de que no había solución, aguantando las ganas de vomitar entré en el coche y me dispuse a sacarlo del garaje, pero la vibración del motor hizo que las heces del techo resbalaran hacia delante quedando atrapado bajo la gran masa de suciedad maloliente. Intenté avanzar, sin éxito porque las ruedas derrapaban, quise salir pero las puertas estaban bloqueadas por la suciedad, oía gente pasar, pero miraban el coche con asco y no escuchaban el sonido del claxon amortiguado por la capa espesa y densa.
Entonces fue cuando empezó el problema de verdad. Comencé con diarrea, una diarrea copiosa, imparable que iba llenando el coche poco a poco, que ya me llegaba a la altura del pecho y siguió subiendo hasta casi ahogarme. Fue entonces cuando llegaron los empleados de la limpieza y, a base de paladas y agua a presión, pudieron sacarme del coche.
Han pasado años. La agencia de limpieza fue obligada a indemnizarme por el retraso en sus labores, mi familia me compró un coche nuevo, el desaprensivo que se agazapaba cada día tras mi coche, fue descubierto y penalizado por un delito contra la salud pública, a base de entrevistas en tertulias televisivas saqué un buen dinero y me hice famoso. Todo ha ido bien desde que me rescataron, pero siempre estoy solo, nadie quiere acercarse a mí, el olor que desprendo es insoportable.  

viernes, 19 de octubre de 2018

La colmena

La colmena de paja. Ilustración del Siglo XVII

Construimos la torre de oficinas más alta del mundo, tenía doscientas plantas.
Las cien primeras las ofrecimos a países desarrollados y el resto a países emergentes o en vías de desarrollo. Dividimos las dos zonas con un gran espacio común de descanso, restauración y servicios.
Cada una de las dos zonas volvimos a dividirla por idiomas para facilitar la comunicación, veinte plantas cada una, con un espacio y servicios comunes.
Hicimos una nueva subdivisión de forma que quedaron diez plantas para cada raza. En el centro creamos servicios comunes.
Para que nadie se sintiera excluido o molesto, dedicamos cada una de las diez plantas resultantes a una religión. Al entrar, zonas comunes, los servicios y un lugar de oración.
Cada planta tenía cien oficinas. Cincuenta de ellas las dedicamos a diversos negocios y las otras a la banca, para facilitar las transacciones. Dos de las oficinas se reestructuraron para servicios.
Los bloques de cincuenta oficinas se dividieron de diez en diez de acuerdo con las posibilidades económicas de cada negocio. Cada bloque tenía su espacio común y servicios para facilitar el intercambio y la promoción de los más débiles.
El grupo de diez oficinas se dividió en cinco de dos, una para la propia oficina, otra para atención al público.
Quedaron por tanto cinco divisiones de dos oficinas pareadas cada una. Decidimos, para evitar pérdidas de tiempo, dedicar dos de dichos bloques a varones y los otros dos a hembras. El sobrante se dejó para los servicios y almacén.
Cada oficina pareada, se dividió dos en estudios, uno para personas de alto poder adquisitivo y el otro para miembros de la clase media o baja. La segunda era más pequeña ya que en una parte de ella se hicieron unos sencillos servicios compartidos.

El día de la inauguración no habíamos podido vender ninguna de las oficinas. Nadie estaba dispuesto a compartir los servicios.

viernes, 12 de octubre de 2018

Constancia

Crucigrama, interpretación de Ezequiel Barranco


Desde hace muchos años, con la esperanza de salvaguardar su memoria, tal como había leído en revistas de divulgación médica, resuelve veinte crucigramas diarios y, aunque lo ha vencido el olvido, él no ceja en su lucha.

viernes, 5 de octubre de 2018

Melómano

Retrato de Gustav Mahler, de Arnold Schönberg

Una música suave y envolvente lo aislaba del ruido y de las prisas del resto de los conductores, cuándo le sobresaltaron unos golpes secos en la ventanilla.
Volvió la cabeza y vio dos paquetes de clínex sobre el cristal, retiró displicente la mirada, pero nuevamente escuchó los golpes y se topó con la tez oscura y los ojos expresivos del vendedor. Respondió que no con un tenue movimiento de la cabeza. Por tercera vez los golpes llamaron su atención. Algo molesto bajó la ventanilla y ratificó su negativa a comprar.
─ ¿Mahler? ─ dijo el vendedor mostrándole los pañuelos.
─ ¿Quién? ─ respondió, mientras sonaba la música suave y envolvente.


Relato ganador del mes de noviembre de la VII edición del microconcurso de La Microbiblioteca
https://issuu.com/bibliotecabarbera/docs/vii_micro_cast_web_alta
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