Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 19 de octubre de 2018

La colmena

La colmena de paja. Ilustración del Siglo XVII

Construimos la torre de oficinas más alta del mundo, tenía doscientas plantas.
Las cien primeras las ofrecimos a países desarrollados y el resto a países emergentes o en vías de desarrollo. Dividimos las dos zonas con un gran espacio común de descanso, restauración y servicios.
Cada una de las dos zonas volvimos a dividirla por idiomas para facilitar la comunicación, veinte plantas cada una, con un espacio y servicios comunes.
Hicimos una nueva subdivisión de forma que quedaron diez plantas para cada raza. En el centro creamos servicios comunes.
Para que nadie se sintiera excluido o molesto, dedicamos cada una de las diez plantas resultantes a una religión. Al entrar, zonas comunes, los servicios y un lugar de oración.
Cada planta tenía cien oficinas. Cincuenta de ellas las dedicamos a diversos negocios y las otras a la banca, para facilitar las transacciones. Dos de las oficinas se reestructuraron para servicios.
Los bloques de cincuenta oficinas se dividieron de diez en diez de acuerdo con las posibilidades económicas de cada negocio. Cada bloque tenía su espacio común y servicios para facilitar el intercambio y la promoción de los más débiles.
El grupo de diez oficinas se dividió en cinco de dos, una para la propia oficina, otra para atención al público.
Quedaron por tanto cinco divisiones de dos oficinas pareadas cada una. Decidimos, para evitar pérdidas de tiempo, dedicar dos de dichos bloques a varones y los otros dos a hembras. El sobrante se dejó para los servicios y almacén.
Cada oficina pareada, se dividió dos en estudios, uno para personas de alto poder adquisitivo y el otro para miembros de la clase media o baja. La segunda era más pequeña ya que en una parte de ella se hicieron unos sencillos servicios compartidos.

El día de la inauguración no habíamos podido vender ninguna de las oficinas. Nadie estaba dispuesto a compartir los servicios.

2 comentarios:

  1. Quizá no sean los servicios lo más adecuado para hacerlos comunes. Los olores y ruidos propios de inodoros y mingitorios no contribuyen exactamente a hacer agradable una zona compartida, aunque los decores.
    ¿Qué tal un bar?

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