Te pedí que volvieras allí conmigo con el cierzo, pero el temporal hizo que tuviera que resguardarme entre las rocas de una playa de la cercana Costa Brava y, cuando amainó el viento y pude emprender el camino llegué tarde. Al llegar pude verte,, remontabas el levante cálido y húmedo de la Costa de la Luz y vi como desaparecías siguiendo la dirección del viento. No conseguí alcanzarte para darte alguna explicación.
La calma era absoluta y me derrumbé en la orilla sin despojarme del frío. Pronto llegaría el invierno.