Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 26 de julio de 2019

Cuestión de espacio (Serie mis cuadros - 28)

Jardines de Forestier. Castilleja de Guzmán

Fue la comidilla del barrio. Todos, adultos y niños, se acercaban a ver al ñandú que, sentado en un banco del parque, leía tranquilamente el periódico que un vecino se había olvidado. Al cabo de los días, el ñandú comentaba las noticias e informaba a los parroquianos de los cambios sociales y políticos que se avecinaban. Tanto fue su predicamento que le permitieron alojarse junto a su familia en la antigua casa del guarda. Cientos de curiosos venían a verlo y escucharlo, más aún cuando el grupo fue aumentando a costa ágiles avestruces, curiosos emúes y kiwis, estos últimos muy apreciados por sus oráculos. Sus temas de lectura y conversación favoritos eran las migraciones, la biblia, la historia de la humanidad y la teoría de la evolución de
Darwin, muy discutida. La población aumentó tanto que el Ayuntamiento decidió quitar las macetas y cortar todas las plantas y setos, dejando solo los árboles que dieran sombra, para sí facilitar la vida de las grandes aves, que poco a poco se multiplicaron y empezaron a expandirse ante la falta de espacio. Al parque, antiguamente de Santa María, le cambiaron el nombre por el de Jardín de las Aves.
Un día, pasados los años, una nutrida reunión de ñandúes, observó con curiosidad que un hombre se había sentado en un banco, a la sombra de una jacaranda. Poco después fue una familia, con sus libros los que entraron en el parque, y más tarde algunos vecinos. Ante esa situación, se reunió el consejo de aves y decidieron confiscar los libros y expulsar a los humanos, no fueran a colonizar el jardín. 

domingo, 21 de julio de 2019

viernes, 19 de julio de 2019

La lámpara (Serie mis cuadros - 27)

Fuente

Veo a la fuente desde la ventana. El ruido del agua y el alegre trino de los gorriones que acuden a beber me llena de tranquilidad, pero también me produce desazón. Ella es feliz, desde el centro de la plaza ve pasar a la gente, curiosea en las ventanas de todos los edificios que la rodean, y se divierte cuando los niños salpican a sus amigos. Yo, en cambio, me aburro colgada del techo, por mucho que ilumine solo puedo verla a ella.

viernes, 12 de julio de 2019

Promesa electoral (Serie mis cuadros - 26)

Paisaje

Se lo debíamos a los que nos votaron y el sitio era el idóneo. Una gran extensión sin accidentes geográficos, rodeada de arboleda, que parecía dispuesta para hacer la autopista que cruzaría la región de este a oeste.
Conseguidos los permisos oportunos, construimos tres carriles en cada dirección. A los  cien kilómetros exactos, en ambos sentidos, instalamos una gasolinera; a los doscientos un restaurante, a los trescientos una zona de descanso, a los cuatrocientos una cafetería,  y a los quinientos una zona de recreo para niños. Alrededor levantamos monumentos, jardines y zonas deportivas.
El problema surgió cuando, con la carretera ya hecha, urbanizada y dispuesta para su inauguración, los mandatarios de las regiones aledañas no nos permitieron continuar la obra, y nos prohibieron el paso.  
La solución estaba clara. Al final de cada trayecto unimos el carril de ida con el de vuelta en una gran rotonda en cuyo centro levantamos varios centros comerciales con luminarias de brillantes colores. Así entramos en el Libro Guinness de los Records, con la calesita más grande jamás construida.

viernes, 5 de julio de 2019

La guerra nunca acaba (Serie mis cuadros - 25)

Plaza de los Bandos. Salamanca

Los dos ejércitos estaba preparados. El grueso de los soldados defendían a los reyes que, protegidos por la caballería, observaban los preparativos junto al alto clero.

El choque se preveía duro, ya que los contrincantes estaban bien preparados y sus fuerzas igualadas. Nada más comenzar, la soldadesca invadió el campo contrario, mientras que los nobles defendían a sus majestades, que se ocultaron tras la caballería y de resguardaron en sus torreones.
Ambos ejércitos siguieron avanzado, de forma que, en pocas horas, los dos reyes estaban en evidente peligro. Tan claro lo veían que, maltrechos y acobardados, abandonaron la batalla, y permitieron que también su rey sufriera el asedio.
En el momento en que sonó la campana, justo en ese segundo, un alfil blanco avanzó y, antes de poner la ficha en el tablero, la reina negra contraatacó y se oyó al unísono el grito de ambos jugadores: Jaque mate.
Con los ejércitos diezmados, los nobles y el clero fuera del campo de batalla, las reinas huyendo en todas direcciones, y los caballos desbocados sin control; los jueces, incapaces de decidir, dieron la partida por nula y los reyes volvieron tranquilos a sus respectivas cajas, hasta la próxima aventura.