Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 26 de febrero de 2016

Armonía

Hacía tiempo que cuando X se acercaba a Y, que la miraba con recelo, e Y devolvía la mirada a X con indiferencia. X quería a Y pero no soportaba sus manías. Y no quería a X, pero se había habituado a su compañía. X lo besaba pero Y seguía leyendo el periódico. Y le comentaba una noticia a X, que no le dejaba terminar y se iba a la terraza. X e Y decidieron que esa situación no podía seguir así y llamaron a Z, un consultor matrimonial.

Z le dijo a X que tuviera más paciencia y que intentara sobrellevar las manías de Y y le dijo a Y que fuera positivo y retomara aquello que lo había unido a X.

X tuvo desde entonces más paciencia, seguía queriendo a Y y aprendió a disimular cuando sus manías le molestaban. Y seguía sin querer a X, pero le sonreía amablemente y se acurrucaba junto a ella para ver la televisión.


En la casa de X e Y nunca más hubo un desplante, ni una discusión, ni un grito, ni una palabra. Solo se oía el silencio.

Contrato matrimonial, de William Hogarth

Azar

En el salón estaba el cadáver, en el suelo sobre un charco de sangre. El comisario había recibido un escueto mensaje telefónico anunciando un asesinato en esa dirección, y ese  fue el primero de una serie crímenes, sin relación ni móvil aparente, siempre precedidos de una llamada similar.

Tras recibir una nueva nota, acudió a la dirección que indicaba y allí estaba el cadáver, pero en esta ocasión ahorcado. Bajo sus pies una silla caída, sobre la mesa un juego de dardos y en la pared un gran mapa de la ciudad, en el que se podían ver pequeños agujeros donde se habían producido los asesinatos y un dardo en una dirección que reconoció enseguida. No hubo más mensajes.

El destino y los juegos de azar, de Froilán León Orozco
 Relato publicada en la revista digital Skeimbol, en número correspondiente a abril de 2015.

viernes, 19 de febrero de 2016

El último combatiente

El invierno llegó de golpe tras años de guerra. El frío, la ventisca y la reciente nevada, aumentaban la sensación de soledad en la ciudad abandonada, que disimulaba su ruina con un espeso manto de nieve. Descubrió  entonces unas huellas y la sombra de un soldado que se alejaba despacio. Cuando lo alcanzó y vio que lo miraba con sus cuencas vacías, la guerra también acabó para él.

Guerrero herido tumbado en la nieve, de Helene Schjerfbeck
Finalista publicado en la Antología Otoño-Invierno de Diversidad Literaria.

La milla verde

El siete de octubre estaba fijada su ejecución y el sábado previo escuchaba al carcelero en silencio: “He hablado con tu abogado para que intente retrasar la pena, al cura lo he llamado y vendrá mañana, mi amigo encargado de la cocina te está preparando una comida exquisita con el mejor vino, te he facilitado un vis a vis con tu pareja y hasta he hecho de celestino para prepararte otro con su amiga. He intentado satisfacerte en todo, pero no me pidas eso, sabes que es imposible, que está terminantemente prohibido fumar en el corredor de la muerte”.

Garrote vil, de Ramón Casas

viernes, 12 de febrero de 2016

Parada militar

Se celebraba el Día de la Fiesta Nacional y entre los más de quince mil soldados  que desfilaban ese año, uno llevaba el paso cambiado.

Antes de que llegaran a la tribuna de autoridades, el comandante ordenó a todos los soldados que acoplaran su paso al del hijo del general.

Desfile militar en la Plaza Roja, 07 de noviembre de 1941, de Konstantin Yuon.

Amenaza

Notó que venían aires de libertad y ordenó cerrar las ventanas, no fuera a resfriarse.

La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix.

viernes, 5 de febrero de 2016

El indigente a la sombra de la torre

Durmió la siesta con hambre, sin techo. Después soñó que soñaba y vomitó su sueño.

Rectoral riojana, de Fernando de Amárica

Primer premio del VI concurso de texto hiperbreve "La Torre". Organizado por la Biblioteca Municipal Casa Trastamara y Ayuntamiento de  Santo Domingo de la Calzada.

Favor por favor

Era una fría tarde de otoño cuando Juan se encontró a la joven, delgada y con aspecto enfermizo, desvanecida en el suelo. Apiadándose de ella, la subió en brazos a su casa y la acostó en su cama. A la mañana siguiente le preparó el desayuno -leche y galletas-, pero encontró la cama vacía y, sobre las sábanas, un papel en el que se podía leer “Gracias”.

Pasaron años y volvió a encontrar a la joven, inconsciente y empapada por la lluvia reciente. Juan, que ya no tenía fuerzas para llevarla a casa, la tumbó en un banco y la cubrió con su abrigo. Se repitió la historia, el banco estaba vacío y al ponerse el abrigo encontró un papel con el mismo mensaje: “Gracias”.


Por tercera vez, la encontró junto al portal. Habían pasado años y él no podía levantarla, así que se sentó en el suelo junto a ella, la arropó con su chaqueta y abrazados pasaron juntos la noche. A la mañana siguiente cuando ella despertó, estaba sola y, sobre su falda, encontró un papel que decía: “Gracias”.

La mendiga, de Iman Maleki