Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 25 de septiembre de 2015

Comienza la jornada

I

"¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine, se le va a caer el pelo, no sabe con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y soportar en silencio las afrentas de la calle, del trabajo y de su yo hostil.
El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.
II

"¡Ahí fuera me esperan!, se les va a caer el pelo, no saben con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y enfrentarse decidido a las afrentas de la calle, del trabajo y de la ciudad hostil.

El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.

Autorretrato, de Vicent Van Gogh

El baño

Me encantaba relajarme en la bañera, cerrando los ojos y olvidando todas mis preocupaciones, gracias al contacto del agua tibia con la piel. Así me dejaba llevar por mi imaginación, que reiteradamente me trasportaba al reino animal. La ingravidez de mi cuerpo me hacía volar a lomos de una gaviota, el movimiento del agua me envolvía como si serpientes reptaran suavemente por mi cuerpo, las burbujas del jabón me parecían pequeños peces picoteando las plantas de mis pies, notaba el roce de las alas de cientos de mariposas al abrir las sales de baño, y la caricia de los ocho tentáculos de un pulpo poniéndome el champú.


Ese rito lo repetía cada noche hasta ese terrible día. Ahora estoy en coma y conectado a un respirador y, aunque no pueda moverme ni relacionarme, puedo escuchar los comentarios del personal que me atiende en el hospital. Dicen que fue un infarto, que me encontraron en una bañera agonizante y gritando confuso y muy agitado: "¡Quitadme el cocodrilo del pecho!".


A sangre fría (detalle), de Carlos Villabón

¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine!

"¡Éste se va a enterar de lo que vale un peine, se le va a caer el pelo, no sabe con quién se la está jugando…!" Así hablaba esa mañana, al arreglarse frente al espejo y prepararse para salir y soportar en silencio las afrentas de la calle, del trabajo y de su yo hostil.

El espejo, ya con la luz apagada, harto de escuchar cada día la misma salmodia, descansó.

Autorretrato delante del caballete, de Vicent Van Gogh

viernes, 18 de septiembre de 2015

Memorial

La solemne sesión de clausura de la frustrada Conferencia de Paz de Córdoba se financió mediante aportaciones de donantes, a los que gratificaron grabando su firma en las columnas de la Mezquita.

Terminada la guerra, tallaron una fecha y una cruz o una media luna sobre los mil trescientos nombres.
Mezquita, de Borja Fernández

La subasta

A continuación -avisó tras dar dos golpes secos en el atril- pueden pujar por el magnífico óleo "El pícaro". Se trata del retrato realista de un caballero de unos cincuenta años que, maletín en mano, se levanta para saludar ceremonioso a otra persona, en lo que parece ser el interior de una sucursal bancaria.

Los pilares de la sociedad, de Georg Grosz

viernes, 11 de septiembre de 2015

La culpa no fue mía

Sin saber por qué, le di un puñetazo. Él protestó indignado y consiguió que me expulsaran del campo. El árbitro no me quiso escuchar, ni entendió que estaba nervioso y tenía que desahogarme ¡A mí, que era el líder, el máximo goleador, la figura estelar del equipo! Ni que decir tiene que perdimos el partido -nunca lo olvidaré- tres a cero, una vergüenza. Si yo hubiera seguido jugando, todo habría sido muy distinto, mi presencia era fundamental y él no era nadie en su equipo.

Nunca se lo perdonaré, él se dejó pegar. 

Campeones de barrio, de Antonio Berni

Falsas apariencias

Tenía los dedos largos y finos, sin durezas, a pesar de su tenaz dedicación a la guadaña.

Dark Angel, de Jeffrey Jones

viernes, 4 de septiembre de 2015

Promesas

La mole catedralicia se iluminó con un rayo cegador, que marcó el inicio de una gran tormenta. Los relámpagos le daban un aspecto fantasmagórico a la imponente fachada, truenos constantes retumbaban haciendo que vibraran las vidrieras y se estremeciera la piedra, y un fuerte vendaval bajó de la montaña a la plaza, con tal intensidad que cedieron las puertas de la catedral y sonaron las campanas, mecidas por el viento como si fueran de papel.

Fue tal la magnitud de la tormenta que la gente, entre asustada y asombrada por el fenómeno, se acercó a la plaza para ver por sus propios ojos lo que estaba ocurriendo. Fue entonces cuando, entre el repicar de las campanas y el rugir del cielo, aparecieron en el balcón central, iluminados por una luz interior, un ángel negro y otro blanco, y con una potente y segura voz se dirigieron al pueblo, que se congregaba a sus pies:

-          Si me seguís -decía el ángel blanco-, os prometo una vida eterna y plena.
-          Disfrutaréis de un sinfín de riquezas -replicaba el ángel negro- y el placer será vuestra nueva y única religión.
-          La seguridad de una vida mejor es lo que obtendréis con mi ayuda.
-          Dadme vuestra confianza y el mundo será vuestro.


Y así, alimentando los deseos y las esperanzas de todo el pueblo, siguieron durante horas y horas, pues hasta el cielo había llegado la revolución democrática y ese día comenzaba la campaña electoral.

Catedral, de Ezequiel Barranco Moreno

Hijo pródigo

"No está mal este licor de almendra amarga que has preparado para celebrar tu vuelta, hijo mío", escuchó decir a su padre mientras se deshacía de los restos de cianuro en el inodoro.

El regreso del hijo pródigo, de Rembrandt