Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 27 de octubre de 2017

Epidemia

Hospital de Saint-Paul, de Vicent Van Gogh

A este hospital siempre lo han relacionado con la presencia de espíritus, y aquí estuve ingresado hasta mi fallecimiento, por una tuberculosis muy contagiosa. Desde entones, junto a otros espectros, paseo libremente por el ala sur de la primera planta, hoy abandonada.
Por las noches me entretengo, junto a mis compañeros, en asustar al personal de guardia, con cacofonías, encendiendo luces, abriendo y cerrando puertas y otras travesuras, por llamarlas de alguna manera. Pero conforme ha pasado el tiempo, me he ido quedando solo, y mi capacidad de asustar se ha reducido de forma proporcional a la desaparición de mis compañeros. Ahora soy el único de la planta y, cuando hago algún ruido, la gente bromea acordándose de mí: "ya está despierto Paco".

A veces pienso que he contagiado a mis compañeros de juegos y se les ha negado una segunda oportunidad.

viernes, 20 de octubre de 2017

Epopeya

Hormigas sobre el hormiguero, del Bestiario de Anne Walsh

La casa ha comenzado a llenarse de hormigas, entran por las ventanas, la puerta y la chimenea; alfombran el suelo, suben por las paredes y los muebles. Escalan por sus tobillos y alcanzan el pecho y la cara, lo envuelven y aprisionan. Siente como le arrancan la piel, penetran en sus oídos, ano, boca y nariz.
Solo le queda un resquicio para respirar, un pequeño hueco entre la masa de insectos, en un orificio nasal.
Llega la última invasora, mira orgullosa a la tropa, y lo tapona. Su gesta será cantada por poetas y juglares de todo el mundo y se recordará por los siglos de los siglos.

viernes, 13 de octubre de 2017

Armisticio

Art. 125, Ilustración de J.J. Grandville

Tras la firma, las cucarachas dominaron el desolado Planeta de los Simios.

viernes, 6 de octubre de 2017

Octubre

Recogida del azafrán en La Mancha, de Llanos Lerma

Gozaba de unos días de permiso tras el agotador verano e intentaba olvidar los duros y monótonos meses de trabajo en la cadena de montaje. Aproveché para hacer un viaje y   ver los campos de azafrán y la imagen bucólica de las mujeres que, de rodillas y con sus coloridos vestidos, recogían en sus delantales, con un mimo exagerado, cada flor y depositaban los finos estigmas en sus canastos de mimbre.
Le pregunté a una de ellas si le podía sacar una foto. La campesina me miró fijamente y, tras enseñarme sus manos encallecidas y su piel quemada bajo el sol, me apartó la mirada sin contestarme.
No le hice la foto y me quedé con la sensación de que era ella la que me había retratado saliendo del trabajo en la fábrica.