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Taberna, de Francisco Mir Belenguer |
Charlie había perdido su risa, no sabe si la olvidó, se la robaron, cayó por una
alcantarilla o si se fue con otro. Con esa pérdida se fue ese gesto amable tan suyo,
y con él su trabajo y su futuro. Desde entonces anda buscando a alguien que le
pueda dar una pista sobre su paradero.
Agotado, por la noche se sienta a tomar un café en el bar de su amiga Melanie,
que extravió la esperanza y se pasa el día poniendo copas y cafés a clientes
anónimos, sin mirarles a la cara ni desearles buenos días.
Se sentó en el único asiento vació del bar y preguntó si alguien había encontrado una sonrisa. A su izquierda, un señor bien trajeado le ha dijo que
no la ha visto y que, si la viera, no podría identificarla como suya, y le dio la espalda malhumorado porque no sabe donde había puesto su alegría. Igual hizo la señora de su derecha, que había perdido la bondad, y no quería entablar
conversación con una persona tan necesitada y triste. En la barra una anciana que tomaba café preguntó, aunque nadie la escuchó, si alguien sabía dónde estaban sus ganas
de vivir, y un caballero bien trajeado, con sombrero de copa y gesto adusto, se
quejaba de que desde hacía tiempo no veía felicidad. Por último, al fondo del
bar, unos padres y un hijo discutían porque no sabían dónde estaban sus ilusiones perdidas.
Al cerrar
el bar los clientes fueron saliendo, cada uno con su congoja, sin escuchar al
vendedor ambulante que, al otro lado de la calle, pregonaba su mercancía: Se venden risas ficticias, alegría inmotivada,
esperanza inútil, falsa bondad, vidas truncadas, felicidad fingida e ilusiones rotas.
Un relato muy descriptivo de la sociedad venidera, si no está aquí ya.
ResponderEliminarSAludos.
Yo creo que es más una distopía pesimista que un retrato realista. Esperemos que solo sea eso, un relato.
EliminarLa mercancía del vendedor no vale, son falsificaciones de Bangkok.
ResponderEliminarLo que sí es cierto es que la edad, las desilusiones, pérdidas, frustraciones y reveses varios van haciendo perder las alegrías, sonrisas, ilusiones, esperanzas etcétera, etcétera...
En contrapartida nos queda la experiencia y los recuerdos.
No es bastante.
De los mercadillos no re puedes fiar al cien por cien, y de los vendedores ambulantes tampoco. Quizás, en otra esquina, alguien, puede que alguno de nosotros, esté regalando risas, alegrías, esperanza, bondad, felicidad, ilusiones y, en resumen, vida
EliminarLo malo de perder tantas cosas es que solo haya un mísero mercader que las encuentre.
ResponderEliminarA lo mejor, si las encontráramos nosotros, dejaríamos son trabajo al mercader.
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