![]() |
Villa Nervofitos |
Antonio, era muy cafetero, pero los pequeños e
inquietos nervofitos lo traían por la calle de la amargura. Eran
traviesos, hacían carreras de natación, saltos de trampolín desde el fino de la
taza, e incluso practicaban surf aprovechando las olas de la espuma
creadas por la cuchara. Bailaban, reían, cantaban y, cuando iban a ser absorbidos, se agarraban a su bigote, a las gafas o al pelo, dándole tirones y
evitando el descanso de la siesta.
No pudo aguantar más y decidió pasarse al
descafeinado. Al principio le fue bien, pero los nescafitos, con esa
pachorra que los caracteriza, incapaces de moverse ni siquiera cuando se los iban a tragar; le terminaron contagiando hasta el punto de encerrarse en la casa,
entre la cama y el sofá, sin otra actividad que no fuera cambiar la cadena de
la televisión.
![]() |
Villa Nescafitos |
Pensó que la mezcla de nervofitos y nescafitos podría
ser una solución. Comenzó a mezclar el café con el descafeinado. Notó que
cuando echaba más del primero se ponía muy nervioso y cuando era mayor la
cantidad del segundo, se abatía. Por mucho que lo intentó no encontraba la
armonía que buscaba.
Le aconsejaron que dejara el café. Él hizo caso y
optó por el té y la manzanilla, hasta que aparecieron los tenervitos y los flemanenses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario