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Sevilla desde la Giralda |
Piensan
que siempre estamos ahí, aunque a veces, en la casa, de noche o un
día nublado, desaparecemos; y puede ocurrir que ya no nos recuperen. Son tan insensibles
que no llegan a echarnos de menos, y el resultado es que el mundo está lleno de
hombres sin sombra y sombras sin dueño.
Cuando
perdí a mi dueña, hace ya muchos años, me mantuve escondida un tiempo,
procurando no pasar por espacios abiertos en los que el sol pudiera revelar mi
presencia, pero pasados los días decidí salir a buscarla, aunque nunca la
encontré. Anduve por las calles, me crucé con alguna persona que había notado
que ya no le acompañaba su imagen, e incluso me topé con un joven que se fijó
en mí y se acercó; pero no formábamos una pareja creíble y desistió.
Desde
entonces me han visto deambular solitaria, a mí y a otras como yo. Aparecemos en
cualquier esquina al atardecer, nos llaman fantasmas.
Está simpático el relato; yo puntualizaría que son mucho más fantasmas (por más visibles) muchas personas que caminan, están en los bares y conducen coches ostentosos.
ResponderEliminarCon muchísima frecuencia se les denomina también cuñados.
José Carlos.
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EliminarEs verdad que hay muchos "cuñados" pero no podemos caer en tópicos ¿Dónde está escrito que los fantasmas sean malos? Son como nosotros, algunos somos unos malasombra y otros tenemos buena sombra, y los fantasmas escapados son nuestra imagen. Al menos esos son los fantasmas en los que creo. No obstante, ahora estoy escribiendo esto, sentado en mi sillón de orejeras, junto a una lámpara de pie que me proyecta plácido en el suelo del salón, y eso me tranquiliza.
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