Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 6 de diciembre de 2019

Ícaro (Serie mis cuadros - 47)



Puente de Triana. Sevilla
Detrás del puente, la luz artística de los monumentos iluminaba el margen del río y cegaba las estrellas de una noche si nubes ni luna. Debajo el agua corría mansa entre los pilares irisando la luz de las farolas y la imagen del joven que se mantenía quieto, incluso desafiante, subido en la baranda, mirando al frente, ajeno a lo que ocurría alrededor.

Por la calzada, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o, como mucho, miraban de forma desinteresada.

—¿Qué hace? —murmuraban voces cercanas a sus espaldas.
—Habrá que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es que nadie va a hacer nada?
—¡Dios mío!
—¡Qué alguien llame a la policía, o a los bomberos!

Debajo del puente, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban coger el sueño sobre sus cartones.

—¡Mira, ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso.
—Pues venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga, tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya capullo!

Fue entonces cuando desplegó sus alas y salió volando. Los paseantes y los curiosos volvieron a sus quehaceres, las pandillas a sus asuntos, las parejas a sus ternuras y los mendigos a la poltrona.

Conforme se acercaba el día, temiendo que el sol derritiera sus alas, nuestro hombre decidió volver a descansar, esta vez en un campanario.

En la plaza, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o, como mucho, miraban de forma desinteresada.

—¿Qué hace? —murmuraban voces cercanas al pie de la torre.
—Habrá que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es que nadie va a hacer nada?
—¡Dios mío!
—¡Qué alguien llame a la policía, o a los bomberos!

Detrás de la iglesia, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban coger el sueño sobre sus cartones.

—¡Mira, ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso
—Pues venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga, tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya capullo!

Pronto se pondrá el sol —pensó.

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