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Puente de Triana. Sevilla |
Detrás
del puente, la luz artística de los monumentos iluminaba el margen del río y
cegaba las estrellas de una noche si nubes ni luna. Debajo el agua corría mansa
entre los pilares irisando la luz de las farolas y la imagen del joven que se mantenía
quieto, incluso desafiante, subido en la baranda, mirando al frente, ajeno a lo
que ocurría alrededor.
Por
la calzada, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o,
como mucho, miraban de forma desinteresada.
—¿Qué
hace? —murmuraban voces cercanas a sus espaldas.
—Habrá
que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es
que nadie va a hacer nada?
—¡Dios
mío!
—¡Qué
alguien llame a la policía, o a los bomberos!
Debajo
del puente, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban
coger el sueño sobre sus cartones.
—¡Mira,
ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso.
—Pues
venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No
mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga,
tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya
capullo!
Fue
entonces cuando desplegó sus alas y salió volando. Los paseantes y los curiosos
volvieron a sus quehaceres, las pandillas a sus asuntos, las parejas a sus
ternuras y los mendigos a la poltrona.
Conforme
se acercaba el día, temiendo que el sol derritiera sus alas, nuestro hombre
decidió volver a descansar, esta vez en un campanario.
En
la plaza, algunos se paraban curiosos o alarmados, otros pasaban de largo o,
como mucho, miraban de forma desinteresada.
—¿Qué
hace? —murmuraban voces cercanas al pie de la torre.
—Habrá
que sujetarlo, está loco —gritaba un anciano acobardado.
—¿Es
que nadie va a hacer nada?
—¡Dios
mío!
—¡Qué
alguien llame a la policía, o a los bomberos!
Detrás
de la iglesia, una pandilla, alguna pareja y un par de mendigos que intentaban
coger el sueño sobre sus cartones.
—¡Mira,
ese tío se va a tirar! —gritó un joven al tiempo que le llenaban el vaso
—Pues
venga, lléname el vaso, a ver que hace.
—No
mires, cariño —dijo el joven al tiempo que le tapaba los ojos y la boca.
—¡Venga,
tírate ya o vete! que no hay quien duerma entre los niñatos y tus tonterías.
—¡Vaya
capullo!
Pronto
se pondrá el sol —pensó.
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