Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 25 de octubre de 2019

Crimen en la noche oscura (Serie mis cuadros -41)

Calle Betis. Sevilla

En pleno centro de Sevilla, a más de cuarenta y dos grados a la sombra, a las cuatro de la tarde, solo estábamos en la calle ella y yo.
Me presento, Soy Juana, la sombra de Juana Arteaga Medellín. Con el sol en todo lo alto, estoy regordeta y achaparrada, pero quisiera que me vierais a eso de las siete de la tarde, cuando alcanzo mi máxima esbeltez. Vivo con mi dueña desde el mismo día de su nacimiento, aunque como nació en un oscuro día de diciembre, tardamos casi una semana en conocernos.
Desde el primer momento tuvimos discrepancias, yo siempre quería ir al oeste, para retrasar el ocaso, y ella, dependía del momento o de su capricho, iba en cualquier dirección, incluso me parecía que buscaba lugares umbríos para hacerme desaparecer.
Un día me harté, lo recuerdo perfectamente. En realidad fue un juego de niñas para darle celos; ocurrió en una verbena, había mucha gente y luces estroboscópicas de colores por todas partes, que producían cientos de extrañas y cambiantes imágenes, arrastrándose por el suelo y saltando en las paredes. Aproveché la ocasión y di el cambiazo, me fui con una joven y a ella le endosé la sombra de un bajito rechoncho que más que bailar parecía que convulsionara. Duró poco, cuando vi que se iba, lo devolví a su dueño y yo regresé a los pies de Juana. Esa fue mi primera decepción, no se había dado cuenta.
En otra ocasión me eché una amiga y durante un tiempo paseamos juntas las tres, hasta que la vio y de una patada me quiso cambiar por ella. En cuanto me di cuenta, la arrojé a un alcorque y allí se quedó, sin que nadie extrañara de que un naranjo proyectara una sombra con dos piernas, brazos y cabeza, hasta que el sol llegó a lo alto y la sombra del árbol la engulló, excepto la cabeza y parte de un hombro, que quedaron sobre el acerado. A la mañana siguiente barrendero la arrastró hasta una esquina umbría en la que nunca daba el sol.
Pensé que ya no me quería, no sé si eran celos o si, con el paso del tiempo, notó que me iba quedando más bajita, algo encorvada y perdía agilidad. Desesperada urdí un plan perfecto para deshacerme de todas las sombras y evitar competencias: cada día, a las doce de la mañana, me desprendía de ella, y salía a eliminarlas, hasta que no quedó ninguna. Para ello utilicé el mortífero EBS (siglas en inglés de espray extremadamente luminoso) y, para que no pudieran esconderse, hice desaparecer las zonas umbrías con EPS (espray extremadamente fotoluminiscente). Fue entonces cuando Juana volvió a fijarse en mi y la gente en ella, a la que no le perdonaban que fuera la única en poseer una sombra. La apodaron Juana la Malasombra.
Nunca más nos separamos. Pasábamos juntas las veinticuatro horas del día. En la casa siempre ponía luces indirectas, leía junto a una ventana al amanecer, en la pared opuesta al atardecer y por la noche, encendía una gran vela que me proyectaba en un hermoso juego de luces. Pero jamás me miraba o me hacía un gesto de cariño, estaba segura de que solo me quería para mantener su fama.
Un fatídico día, en que se fue la luz y se le acabaron las velas, coincidiendo con un eclipse de luna en una noche tormentosa, culminé mi venganza. Aproveché un relámpago para, en los escasos segundos de existencia que me dio el resplandor, acabar con ella con la sombra que el PSDSP (espray de defensa personal de gas pimienta) que tenía en la mesilla proyectó, y escapar pegada al faro de un coche conducido por una joven preciosa. Se llama Carmina, Carmina la Malasombra.

2 comentarios:

  1. Curiosa historia en la que la protagonista es una sombra malvada, o quizá una sombra desdichada.
    Me ha mantenido en vilo hasta el final, cuando se han fundido los plomos y mi casa se ha quedado a oscuras.
    Entoces tuve miedo.
    José Carlos

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    1. Habrá que dilucidar si las sombras son nuestro reflejo, o nosotros somos el reflejo de las sombras que proyectamos.
      Gracias por tu comentario.

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