Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 11 de octubre de 2019

Crónica (Serie mis cuadros - 39)

Castillo de Santa Catalina. Jaén

Cuando desperté el dinosaurio todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos de la casa. Juntos fuimos a la Montaña Brumosa a buscar al Mago Barlino, para que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de del Lago Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos de su Reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos hacía invisibles.


En casa me esperaba el tito Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo, solo aparecía el principio de la historia!

A Augusto Monterroso

2 comentarios:

  1. Épico relato, sin duda.
    Quizá eche de menos a Arturo, Merlín, los caballeros de la mesa redonda y, cómo no, al Grial.
    José Carlos

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    1. Quizás estuvieran todos, pero don Augusto no se detuvo a contarlo.

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