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Castillo de Santa Catalina. Jaén |
Cuando desperté el dinosaurio
todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos
de la casa. Juntos fuimos a la Montaña Brumosa a buscar al Mago Barlino, para
que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de del Lago
Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las
Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes
y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos
de su Reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros
de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos
hacía invisibles.
En casa me esperaba el tito
Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro
viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo, solo aparecía el principio de la
historia!
A Augusto Monterroso
Épico relato, sin duda.
ResponderEliminarQuizá eche de menos a Arturo, Merlín, los caballeros de la mesa redonda y, cómo no, al Grial.
José Carlos
Quizás estuvieran todos, pero don Augusto no se detuvo a contarlo.
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