Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 22 de noviembre de 2019

Ráfagas (Serie mis cuadros - 45)

Patio sevillano

Los días pasan como las hojas de un periódico roto arrastradas por el viento, y ahora me envuelve la quietud. Nací, como Mercedes, en una familia acomodada, en una casa sevillana, entre jazmines y libros —niñez dulce y serena—. Mis padres insistieron en que estudiara, pero yo solo quería escribir, y logré éxito y bonanza económica, gracias a unos mentores y al apoyo de una editorial que publicó mi primer poemario, y así disfruté organizando tertulias en las noches de luna, y me divertí incluso cuando las cosas empezaron a ir mal —juventud, flor abierta—. En mis postreros años de penuria —ancianidad triste y sombría—, me quedaba sin cenar, remendaba mi ropa y me calentaba al fuego de mis queridos libros, pero siempre estuve rodeada del cariño de los que lloraban, reían o soñaban conmigo.
Hoy descanso entre cipreses, bajo la lápida cubierta de flores marchitas, en la que mis amigos, fieles a su promesa, hicieron grabar su poema:

No me dejéis siempre sola
en mi sepulcro escondido,
porque me espanta la ola
quieta y mansa del olvido.

 En memoria de Mercedes de Velilla y su tertulia de la calle Manteros.

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