Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 13 de abril de 2018

El hombre que se hizo a sí mismo

Boceto para Piara de Cardos, de Joaquín Sorolla

Tenía algunos ahorros y para revitalizar mi negocio —hacía semanas que nadie entraba a comprar en la tienda— decidí venderme algunos objetos, comprarlos yo mismo a un precio más alto, conseguir así aumentar la actividad y justificar algunas ventas anteriores no declaradas. El resultado parecía adecuado. Aunque yo me empobrecía, la empresa mejoraba. Tanto fue así que en el mercado online comenzó a haber cierto movimiento. Para mantener el crecimiento, decidí que tenía que hacer algo para que mi nombre sonara, cree mi propia empresa de publicidad, me nombre presidente de la misma, y me comencé a mandar mensajes en facebook, que yo mismo me contestaba, para aumentar mi presencia en los distintos foros empresariales. Me faltaban resortes en los más altos niveles pero no estaba dispuesto a seguir ningún condicionante, por lo que fundé mi propio partido del que me hice secretario general y con el apoyo de mis seguidores de las redes sociales, conseguí entrar en los círculos más exclusivos de la clase dirigente. En ese nivel todo parecía más fácil, fundé un grupo inmobiliario y me hice el principal accionista, con lo que no tuve problema para reutilizar todo el dinero recaudado en mis actividades previas, aunque he de reconocer que no lo hice de la manera lo más legal posible, por lo que me denuncié y me metieron en la cárcel. Durante mi estancia en prisión estudié derecho, oposité y saqué una plaza de fiscal que utilicé para juzgarme y, no tuve más remedio, sentenciarme nuevamente.
Pasados los años, salí de la cárcel. Me quedaban algunos ahorros que utilicé para revitalizar mi negocio que, en manos ajenas, estaba a punto de quebrar. Decidí venderme alguno de los objetos que quedaban en la tienda a un precio algo mayor de lo habitual, pero convencido como estaba del fracaso de mi anterior gestión, cambié de trabajo y me dediqué a la ganadería. Compré una gran piara y aprendí a vivir como un cerdo más. Todos en la granja fueron me siguieron, aunque nunca me perdonaron que quisiera controlarlo todo y que comenzara a vender a los cerdos más pequeños a cambio de unas cuantas bellotas. 

1 comentario:

  1. Hoy por hoy, por desgracia hay muchos de esos cerdos que nombras y que dirigen la piara.
    También, tristemente, hay aún más miembros de esa enorme piara de seguidores y devotos que los siguen ciegamente.
    Casi prefiero lo de borregos, hombre, por lo menos en la parte que me afecta.

    ResponderEliminar