Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 8 de noviembre de 2019

Vuelta a empezar (Serie mis cuadros - 43)

Parroquia de Nuestra Señora de la O. Rota


En una sociedad desacralizada y en plena crisis económica, los poderes eclesiásticos terrenales optaron por abandonar el empobrecido Vaticano. Alquilaron una furgoneta para hacer un porte con los escasos bienes que le quedaban, repartir los de más valor, y trasladar a Dios y su corte celestial a su nuevo destino.
El evento se organizó un Viernes Santo en Lamia Huta, capital de un pequeño y pobre país africano en el desierto de Calazumbra. Asistieron el jefe de la tribu, el consejo de ancianos, los habitantes del pueblo y cuatro escritores, que pronto comenzaron a extender la buena nueva.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Mirando al mar (Serie mis cuadros - 42)


La Caleta, Cádiz
Era un restaurante muy reconocido, con mucha luz y grandes ventanales que daban a la playa. Hacía un año que se conocieron y él quería agasajarla en un día que consideraba muy especial. Al entrar rompieron el silencio del local con sus risas; la llevaba en brazos y con los ojos tapados mientras le silbaba Ahora bésala, su canción favorita y ella respondía con besos y grandes carcajadas.

—Su mesa está preparada —dijo el camarero al recibirlos.
—Gracias Grimsby, sírvame una copa de vino para mí y traiga agua para ella.
—Enseguida señor. Buenas tardes, señorita.
—¡Espere, por favor! —interrumpió la joven—, ¿Me podría traer un barreño lleno de agua natural?
—Enseguida, señorita.

La mirada de él no dejaba dudas de sus intenciones en ese día, sin embargo ella era incapaz de levantar la cabeza, sumida en sus pensamientos.

—Estás muy callada ¿qué te pasa?
—Verás, quería hablar contigo.
—No, espera, hoy no quiero escuchar problemas ni malas noticias, y tu cara es reflejo de que algo no va bien.
—Es que…
—Espera, te he dicho, antes tengo que decirte algo. Hace un año que salimos y…

En esto llegó el camarero con el barreño.

—¿Quiere probar a ver si la temperatura es la adecuada?
—Está bien, gracias.
—¿Se lo pongo aquí? —preguntó.
—No, mejor debajo de la mesa. Perdone tanta molestia.
—Al contrario, es un placer atenderla.
—Bueno, como te decía —retomó la conversación, al tiempo que ella intentaba comenzar—, hace un año que…
—¡Espera! —gritó ella decidida, con lágrimas en los ojos—, estoy muy avergonzada, pero tengo que pedirte algo que para mí es muy importante en este momento. Quiero que seamos felices juntos.
—No hables del futuro, somos felices ya, y lo que vengo a pedirte es que compartamos esa felicidad toda la vida.
—No, eso no es así, eres muy bueno —dijo ella entre llantos—, pero para seguir juntos necesito dinero, mucho dinero, del que no dispongo.
—Yo te daré lo que necesites.
—¿Ochenta mil euros? ¿Tienes ochenta mil euros? —gritó ante la mirada de todos los clientes del restaurante y del camarero.
—¿Para qué quieres tanto dinero?
—Me cuesta mucho tomar esta decisión, y no lo hago solo por mí, es por nuestro futuro en común. Sin ese dinero, tendremos que separarnos. No quiero sufrir más ni condicionarte tu futuro.

Se secó las lágrimas y apretó la mano de Eric, mientras lo atendía el camarero.

—Sírveme otra copa, Grimsby, por favor. Y llena el barreño otra vez, que se está quedando seco.
—Enseguida, y perdone mi despiste, no he estado atento.
—Tranquilízate —insistió Eric con verdadera compasión—, buscaremos el dinero, pero ¿para qué lo necesitas?
—Tengo que operarme, no podemos seguir así, tu vida ha cambiado, no sales ya con nadie, nos miran por donde vayamos; observa la mirada sin disimulo de todos los clientes del restaurante, hasta el pinche de la cocina.

—Le traigo más agua para el barreño, señorita —interrumpió Grimsby—, pero tenga cuidado, por favor, está salpicando a los señores de la mesa de al lado.

—A mí eso me da igual, cariño —continuó Eric.
—Pero a mí no ¿Te imaginas cuando seamos mayores y no puedas cargar conmigo?
—Bien, vamos a hablarlo ¿Has encontrado un cirujano dispuesto?
—Sí, el doctor Facilier. No tiene mucha fama de honesto, pero está dispuesto y es bueno en su oficio, según dicen. Es mi decisión, Eric, me he despedido de Sebastián y de mis hermanas. Solo quiero poder andar, no dejo de pensar el día en que entre caminando de tu brazo en la catedral, para unir nuestras vidas y nuestro futuro.
—Te quiero Ariel, conseguiré el dinero.

Se besaron emocionados, y los comensales de la mesa de al lado se apartaron para evitar las salpicaduras que Ariel producía moviendo la cola en el barreño.

viernes, 25 de octubre de 2019

Crimen en la noche oscura (Serie mis cuadros -41)

Calle Betis. Sevilla

En pleno centro de Sevilla, a más de cuarenta y dos grados a la sombra, a las cuatro de la tarde, solo estábamos en la calle ella y yo.
Me presento, Soy Juana, la sombra de Juana Arteaga Medellín. Con el sol en todo lo alto, estoy regordeta y achaparrada, pero quisiera que me vierais a eso de las siete de la tarde, cuando alcanzo mi máxima esbeltez. Vivo con mi dueña desde el mismo día de su nacimiento, aunque como nació en un oscuro día de diciembre, tardamos casi una semana en conocernos.
Desde el primer momento tuvimos discrepancias, yo siempre quería ir al oeste, para retrasar el ocaso, y ella, dependía del momento o de su capricho, iba en cualquier dirección, incluso me parecía que buscaba lugares umbríos para hacerme desaparecer.
Un día me harté, lo recuerdo perfectamente. En realidad fue un juego de niñas para darle celos; ocurrió en una verbena, había mucha gente y luces estroboscópicas de colores por todas partes, que producían cientos de extrañas y cambiantes imágenes, arrastrándose por el suelo y saltando en las paredes. Aproveché la ocasión y di el cambiazo, me fui con una joven y a ella le endosé la sombra de un bajito rechoncho que más que bailar parecía que convulsionara. Duró poco, cuando vi que se iba, lo devolví a su dueño y yo regresé a los pies de Juana. Esa fue mi primera decepción, no se había dado cuenta.
En otra ocasión me eché una amiga y durante un tiempo paseamos juntas las tres, hasta que la vio y de una patada me quiso cambiar por ella. En cuanto me di cuenta, la arrojé a un alcorque y allí se quedó, sin que nadie extrañara de que un naranjo proyectara una sombra con dos piernas, brazos y cabeza, hasta que el sol llegó a lo alto y la sombra del árbol la engulló, excepto la cabeza y parte de un hombro, que quedaron sobre el acerado. A la mañana siguiente barrendero la arrastró hasta una esquina umbría en la que nunca daba el sol.
Pensé que ya no me quería, no sé si eran celos o si, con el paso del tiempo, notó que me iba quedando más bajita, algo encorvada y perdía agilidad. Desesperada urdí un plan perfecto para deshacerme de todas las sombras y evitar competencias: cada día, a las doce de la mañana, me desprendía de ella, y salía a eliminarlas, hasta que no quedó ninguna. Para ello utilicé el mortífero EBS (siglas en inglés de espray extremadamente luminoso) y, para que no pudieran esconderse, hice desaparecer las zonas umbrías con EPS (espray extremadamente fotoluminiscente). Fue entonces cuando Juana volvió a fijarse en mi y la gente en ella, a la que no le perdonaban que fuera la única en poseer una sombra. La apodaron Juana la Malasombra.
Nunca más nos separamos. Pasábamos juntas las veinticuatro horas del día. En la casa siempre ponía luces indirectas, leía junto a una ventana al amanecer, en la pared opuesta al atardecer y por la noche, encendía una gran vela que me proyectaba en un hermoso juego de luces. Pero jamás me miraba o me hacía un gesto de cariño, estaba segura de que solo me quería para mantener su fama.
Un fatídico día, en que se fue la luz y se le acabaron las velas, coincidiendo con un eclipse de luna en una noche tormentosa, culminé mi venganza. Aproveché un relámpago para, en los escasos segundos de existencia que me dio el resplandor, acabar con ella con la sombra que el PSDSP (espray de defensa personal de gas pimienta) que tenía en la mesilla proyectó, y escapar pegada al faro de un coche conducido por una joven preciosa. Se llama Carmina, Carmina la Malasombra.

viernes, 18 de octubre de 2019

Telerrealidad (Serie mis cuadros - 40)

Sobremesa

Llevaban más de cuarenta años casados y nunca había pasado una noche fuera de casa, pero un día, tras una pequeña discusión sobre qué marca de café era la mejor, se levantó, dio un portazo y desapareció.

—¿Dónde has estado? —pregunté cuando volvió un mes después.
—Salí —fue su única respuesta antes de servirse la copa e irse al sofá a ver la televisión.
—¿No tienes nada que contarme?
—Mañana hablamos. Estoy muy cansado.

Ella se levantó a recoger la mesa y él cogió la chaqueta y salió a la calle. En la telenovela Daniela lloraba intentando retener a Humberto que, tras tomar el café, abandonaba la casa dando un portazo.
Dejó la bandeja en la cocina, apagó la televisión y la casa quedó en absoluto silencio.

viernes, 11 de octubre de 2019

Crónica (Serie mis cuadros - 39)

Castillo de Santa Catalina. Jaén

Cuando desperté el dinosaurio todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos de la casa. Juntos fuimos a la Montaña Brumosa a buscar al Mago Barlino, para que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de del Lago Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos de su Reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos hacía invisibles.


En casa me esperaba el tito Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo, solo aparecía el principio de la historia!

A Augusto Monterroso

viernes, 4 de octubre de 2019

Antesala (Serie mis cuadros - 28)

Baños Árabes, Jaén

Desde que trabajaba en los Baños Árabes como guía, cada mañana, antes de que llegaran los turistas, entraba a ver si todo estaba en orden, y la encontraba sentada en la Sala Templada, cubierta con el hijab, mirándolo con sus intensos ojos ambarinos. Nunca pudo hablar con ella, pues nada más verlo corría entre las columnas para desaparecer en la Sala Caliente.

A la pequeña la abandonaron hace más de nueve siglos —los ojos amarillos son cosa del demonio, dijeron—, y desde entonces vivía enclaustrada en la alcoba de la Sala Fría, de donde solo salía, cuando el alba entraba por las estrellas de la cúpula, para rezar sus oraciones. A veces la sorprendía un hombre con un extraño atuendo azul, que se quedaba parado en el vestíbulo y la seguía con su profunda mirada rubí, mientras se escondía en las calderas.

Una noche el guía se quedó escondido en una de las calderas esperando que la niña saliera.
—Llevaba siglos intentado recuperarte —interrumpió a la pequeña, clavándole los ojos rojos—. Ven a las calderas.
—No sé quién eres —replicó.
—Da igual, nunca abandono a nadie de mi estirpe.

El guía desapareció y se llevó con él el secreto de la pequeña fantasma. A veces, en los baños, se oyen gritos y un extraño olor a azufre procedente de la caldera lo envuelve todo.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Ánimas errantes (Serie mis cuadros - 37)

Cáceres

En la antigua ciudad amurallada, cuando el ocaso dora las fachadas renacentistas, los ancianos se recogen, los comercios cierran sus puertas, los viandantes se resguardan en sus casas, los turistas beben en las numerosas tabernas, las cigüeñas vuelven a las espadañas, y los jóvenes se ocultan en los recovecos del casco antiguo o llevan la algarabía a la Plaza Mayor.
Poco a poco la noche se va adueñando del espacio, las calles quedan vacías, los portales despiden a las parejas, las luciérnagas que iluminan la cena en cada casa se apagan y el silencio, roto solo por las campanas de la Concatedral, se enseñorea en loas rincones.
Entonces salimos nosotras a deambular por las calles sombrías. Sin que nadie nos vea paseamos, nos reunimos, jugamos o simplemente nos contamos como ha ido el día. Lo único que nos preocupa es que la luz una farola, de unos faros, o el neón de una tienda nos descubra. Siempre hay alguien que nos ve, quizás algún noctámbulo, un borracho, el sereno o un vagabundo, y grita que ha visto un fantasma. Nosotras nos sentimos mal, no nos gusta que nos confundan las otras sombras, con las que han quedado vagando desde que la muerte cogió a su amo desprevenido al atardecer. Esas sí son fantasmas.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Despertar (Serie mis cuadros - 36)

Campo de girasoles

Ayer un árbol,
            párpado inquieto, intermitente, imprevisible
guiñaba a la luna
            clara, solemne, insolente
al cerrar la noche
            temerosa, confusa, impenetrable
ante mis ojos
            imprevisibles,
            insolentes,
            impenetrables.

Mañana el girasol,
            pausado, amable, previsible
viraba para alcanzar el día
            perfecto, impreciso, irrepetible,
y volvía a desperezar el sueño
             añorado, perdido, irrecuperable.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Equilibrio (Serie mis cuadros - 35)

Villa Nervofitos


Antonio, era muy cafetero, pero los pequeños e inquietos nervofitos lo traían por la calle de la amargura. Eran traviesos, hacían carreras de natación, saltos de trampolín desde el fino de la taza, e incluso practicaban surf aprovechando las olas de la espuma creadas por la cuchara. Bailaban, reían, cantaban y, cuando iban a ser absorbidos, se agarraban a su bigote, a las gafas o al pelo, dándole tirones y evitando el descanso de la siesta.

No pudo aguantar más y decidió pasarse al descafeinado. Al principio le fue bien, pero los nescafitos, con esa pachorra que los caracteriza, incapaces de moverse ni siquiera cuando se los iban a tragar; le terminaron contagiando hasta el punto de encerrarse en la casa, entre la cama y el sofá, sin otra actividad que no fuera cambiar la cadena de la televisión.

Villa Nescafitos
Pensó que la mezcla de  nervofitos y nescafitos podría ser una solución. Comenzó a mezclar el café con el descafeinado. Notó que cuando echaba más del primero se ponía muy nervioso y cuando era mayor la cantidad del segundo, se abatía. Por mucho que lo intentó no encontraba la armonía que buscaba.

Le aconsejaron que dejara el café. Él hizo caso y optó por el té y la manzanilla, hasta que aparecieron los tenervitos y los flemanenses.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Fondo de armario (Serie mis cuadros - 34)

Feria de Sevilla (fondo de armario) 

Era día de feria. Había que aprovecharlo y se reunieron todos en casa de Mamá Osa para arreglarse.

Mamá Osa sacó el traje beige de otros años.
Sus dos hijas, Osita y Oseznita, se vistieron respectivamente con el rojo ribeteado en encaje blanco, y el celeste bordado.
La perrita Pompa se puso el rojo liso y la gatita Misela el naranja.
María, la niña mimada del quinto, insistió en que le dejaran el granate y no paró hasta que lo consiguió.
Una bombera que pasaba por allí después de haber apagado el fuego de la caseta de la Asociación de Cacharritos Contra el Cambio Climático (ACCCC), pidió permiso para asearse y le ofrecieron el traje verde para que fuera a la feria con ellas, lo que aceptó conmovida.
El traje rojo con lunares blancos se lo ofrecieron a Barbie, una joven que montaba a una yegua morada, para la que habían reservado el amarillo a juego. 
Dos gemelas de largas pestañas, que solo se diferenciaban por el color de sus ojos y de su ropa, pidieron uno que hiciera juego con su mirada, y les dieron el azul de lunares y el verde.
Una astronauta recién llegada de Marte pidió el traje rojo que quedaba. Tenía morriña.
Los Tres Cerditos que, como podemos ver en los dibujos eran unisex, se pidieron el azul, naranja y granate, y el lobo, para confiarlos y poder comérselos en la trastienda, se disfrazó con el naranja que estaba al final del armario.

Se lo pasaron estupendamente. Rieron, cantaron, bailaron, bebieron y disfrutaron hasta el amanecer.

A la mañana siguiente, todo volvió a la rutina. Mamá Osa castigó a Osita y Oseznita, por traviesas. Pompa se cansó de perseguir a Misela, y ésta se escondió bajo la falda de María, rasgando la tela. La bombera, siempre fiel a su obligación, intentaba mantener el orden, pero se desató un nuevo fuego en la ACCCC y tuvo que irse, para lo que se montó en la yegua del traje amarillo, dejando tirada a Barbie, que lloraba, y era consolada por las dos gemelas y la astronauta. Alrededor del grupo los tres cerditos corrían en círculo huyendo del lobo.

Cuando su madre dio un grito y alzó la mano, las pequeñas guardaron la caja de Playmobil en el armario y se fueron a hacer los deberes.

viernes, 30 de agosto de 2019

Peregrino (Serie mis cuadros - 33)

Camino del Rocío

Cuando terminó de hacer el camino, se sentó en un banco al final de la aldea y allí, entre flamencos y garzas, mirando las tranquilas aguas de la marisma, comentó con sus ancianos padres y con sus abuelos la jornada, mientras el sol descansaba en la alfombra roja de poniente.

El banco crece con el paso de los años, y mengua con el olvido.

viernes, 23 de agosto de 2019

Orto y ocaso (Serie mis cuadros - 32)


Decidido a poner orden en este mundo caótico, se le ocurrió primero hacer un balance global. Para ello fue poniendo en fila india cada uno de los elementos hasta ahora dispersos por todo el globo terráqueo.
Comenzó por los más pequeños, los insectos. Continuó de menor a menor con flores, plantas y árboles; luego organizó los animales a los que dividió según especie,  tamaño y sexo, dejando el final para hombres y mujeres.



Para terminar, alineó casas, palacios, iglesias y rascacielos. Con ello dio la vuelta al mundo hasta en doce ocasiones, y por fin consiguió tener todo organizado, catalogado y accesible.
El problema fue que, sin darse cuenta, le dio un ligero golpe al primero de la fila que cayó sobre el segundo, éste sobre el tercero, y así sucesivamente hasta el  Fin de los Tiempos.


viernes, 16 de agosto de 2019

Recordándote (Serie mis cuadros - 31)



Vi jardines secos y mares floridos.
Vi girasoles mirando los cuatro puntos cardinales.
Vi puentes sin río y ríos sin puente.
Vi partituras vacías y trompetas mudas.
Vi falsas verdades y verdades falsas.
Vi tu orden en mi caos.
Vi mi caos en tu orden.

Y cerré los ojos.

viernes, 9 de agosto de 2019

Con tres heridas viene, o de la torre albarrana al triunfo (Serie mis cuadros - 30)

Torre del Oro. Sevilla
Giralda. Sevilla

Llegó a los pies de la torre y esa portentosa construcción, la luz, y el aroma del río, de los naranjos y de su propia respiración le invitaron a plasmar su historia. Fue al jardín cercano para escribir entre los frondosos plátanos de indias y casuarinas, y la brisa y roca del poeta, que le trajo tres heridas: la del amor, la de la vida y la de la muerte.
En la encrucijada, sin saber qué camino seguir y que reto abordar, fueron la diosa, los niños y la historia los que le indicaron el camino: Al sol poniente el futuro inexplorado, al  agua corriente el presente inhóspito y al alma sedente el pasado oscuro.
Ajeno a la ruta del ocaso o de la muerte, y del hoy o del amor, se dirigió a la avenida del pasado ―o de la vida―, en busca del día gris y lluvioso, perdido en su memoria, al que se enfrentó entre fantasmas y mitos.
No recordaba nada, salvo por las lejanas voces de sus padres. Supo que estuvo meses encerrado en un lugar oscuro y angosto, de paredes cálidas que rezumaban humedad, ajeno a lo que ocurría en derredor suyo; hasta que lo sacudieron unos extraños movimientos, se abrió una luz y una fuerza desconocida lo empujó al día. Dejó de oír los latidos cercanos y familiares, y sintió la cadencia de los suyos, hacia la vida, hacia el amor y hacia la muerte.
Su llanto inocente fue recibido con algarabía.

Una fantasía sobre Miguel Hernández paseando por Sevilla desde los Jardines del Cristina

viernes, 2 de agosto de 2019

El camino (Serie mis cuadros - 29)

Portón

Desde pequeño me llamó la atención una puerta de un vibrante color azul con apliques de hierro forjado y, en el momento en que mi altura me lo permitió, la abrí y traspasé. Al otro lado había una habitación espaciosa totalmente vacía, y en la pared de enfrente una puerta similar a la anterior, que también atravesé. La nueva sala era igual que la otra, también vacía y con una nueva puerta al fondo. Sentí un poco de miedo e intenté volver atrás, pero el paso se había cerrado y opté por abrir la siguiente.
Así seguí franqueando decenas de puertas, todas de colores y con sus apliques más o menos gastados, continué atravesando habitaciones vacías, impulsado por la necesidad de saber lo que encontraría detrás.
Llegué por fin a un salón más espacioso y muy iluminado, en el que no había salida. Miré hacia atrás en busca de una alternativa y encontré todas las puertas abiertas y, tras ellas, todas estancias llenas de objetos, libros, paisajes y personas.

viernes, 26 de julio de 2019

Cuestión de espacio (Serie mis cuadros - 28)

Jardines de Forestier. Castilleja de Guzmán

Fue la comidilla del barrio. Todos, adultos y niños, se acercaban a ver al ñandú que, sentado en un banco del parque, leía tranquilamente el periódico que un vecino se había olvidado. Al cabo de los días, el ñandú comentaba las noticias e informaba a los parroquianos de los cambios sociales y políticos que se avecinaban. Tanto fue su predicamento que le permitieron alojarse junto a su familia en la antigua casa del guarda. Cientos de curiosos venían a verlo y escucharlo, más aún cuando el grupo fue aumentando a costa ágiles avestruces, curiosos emúes y kiwis, estos últimos muy apreciados por sus oráculos. Sus temas de lectura y conversación favoritos eran las migraciones, la biblia, la historia de la humanidad y la teoría de la evolución de
Darwin, muy discutida. La población aumentó tanto que el Ayuntamiento decidió quitar las macetas y cortar todas las plantas y setos, dejando solo los árboles que dieran sombra, para sí facilitar la vida de las grandes aves, que poco a poco se multiplicaron y empezaron a expandirse ante la falta de espacio. Al parque, antiguamente de Santa María, le cambiaron el nombre por el de Jardín de las Aves.
Un día, pasados los años, una nutrida reunión de ñandúes, observó con curiosidad que un hombre se había sentado en un banco, a la sombra de una jacaranda. Poco después fue una familia, con sus libros los que entraron en el parque, y más tarde algunos vecinos. Ante esa situación, se reunió el consejo de aves y decidieron confiscar los libros y expulsar a los humanos, no fueran a colonizar el jardín. 

domingo, 21 de julio de 2019

viernes, 19 de julio de 2019

La lámpara (Serie mis cuadros - 27)

Fuente

Veo a la fuente desde la ventana. El ruido del agua y el alegre trino de los gorriones que acuden a beber me llena de tranquilidad, pero también me produce desazón. Ella es feliz, desde el centro de la plaza ve pasar a la gente, curiosea en las ventanas de todos los edificios que la rodean, y se divierte cuando los niños salpican a sus amigos. Yo, en cambio, me aburro colgada del techo, por mucho que ilumine solo puedo verla a ella.

viernes, 12 de julio de 2019

Promesa electoral (Serie mis cuadros - 26)

Paisaje

Se lo debíamos a los que nos votaron y el sitio era el idóneo. Una gran extensión sin accidentes geográficos, rodeada de arboleda, que parecía dispuesta para hacer la autopista que cruzaría la región de este a oeste.
Conseguidos los permisos oportunos, construimos tres carriles en cada dirección. A los  cien kilómetros exactos, en ambos sentidos, instalamos una gasolinera; a los doscientos un restaurante, a los trescientos una zona de descanso, a los cuatrocientos una cafetería,  y a los quinientos una zona de recreo para niños. Alrededor levantamos monumentos, jardines y zonas deportivas.
El problema surgió cuando, con la carretera ya hecha, urbanizada y dispuesta para su inauguración, los mandatarios de las regiones aledañas no nos permitieron continuar la obra, y nos prohibieron el paso.  
La solución estaba clara. Al final de cada trayecto unimos el carril de ida con el de vuelta en una gran rotonda en cuyo centro levantamos varios centros comerciales con luminarias de brillantes colores. Así entramos en el Libro Guinness de los Records, con la calesita más grande jamás construida.

viernes, 5 de julio de 2019

La guerra nunca acaba (Serie mis cuadros - 25)

Plaza de los Bandos. Salamanca

Los dos ejércitos estaba preparados. El grueso de los soldados defendían a los reyes que, protegidos por la caballería, observaban los preparativos junto al alto clero.

El choque se preveía duro, ya que los contrincantes estaban bien preparados y sus fuerzas igualadas. Nada más comenzar, la soldadesca invadió el campo contrario, mientras que los nobles defendían a sus majestades, que se ocultaron tras la caballería y de resguardaron en sus torreones.
Ambos ejércitos siguieron avanzado, de forma que, en pocas horas, los dos reyes estaban en evidente peligro. Tan claro lo veían que, maltrechos y acobardados, abandonaron la batalla, y permitieron que también su rey sufriera el asedio.
En el momento en que sonó la campana, justo en ese segundo, un alfil blanco avanzó y, antes de poner la ficha en el tablero, la reina negra contraatacó y se oyó al unísono el grito de ambos jugadores: Jaque mate.
Con los ejércitos diezmados, los nobles y el clero fuera del campo de batalla, las reinas huyendo en todas direcciones, y los caballos desbocados sin control; los jueces, incapaces de decidir, dieron la partida por nula y los reyes volvieron tranquilos a sus respectivas cajas, hasta la próxima aventura.