Marina

Marina
Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 20 de mayo de 2022

Identidad (llegará el día)

Miedo, de Oswaldo Guayasamín

Al abrir la puerta, la luz horizontal del interior proyectará tu sombra al descansillo. Te reconocerás en sus largos brazos y el torso enjuto, aunque su contorno, con tacones y falda corta hará que te recluyas en casa. Volverás a salir y la verás, real, con un gesto desafiante que impedirá que apartes la mirada. Te encerrarás de nuevo, pero ahí seguirá la silueta, esperándote en la fina línea de luz que escapa de la puerta. Sentirás que te ofrece el bolso y, por fin, lo cogerás y saldrás orgulloso en busca de tu nueva vida.

lunes, 16 de mayo de 2022

Presentación

Blanco sobre blanco, de Kasemir Malevich

Me gusta la sanación corporal

o el estar presente en su imposibilidad.

 

Quiero a quien me quiere y a quien me odia
y abomino del indiferente.

 

Deseo escribir en primera persona para mí,
en segunda para ti y tercera para ellos.

 

Amo a mis lazos de sangre y besos
y a los que aman a mi sangre y mis besos.

 

Disfruto de la música que me llama
y del silencio amable ininterrumpido.

 

... Y odio hablar de mí. 

viernes, 6 de mayo de 2022

Los amores inconfesables de un zapatero remendón

Zapatero trabajando, de René-Louis Chrétien

Al despertar vio en el suelo, junto a la cama, un Valentino Garavani, de tacón de aguja y refulgente cuero negro, ribeteado con minúsculos cristales diamantinos. Aunque no esperaba respuesta lo saludó con afecto y cierta extrañeza preguntándose qué de quién sería, lo acarició y se lo acercó a la cara. En ese momento, un suave aroma a Bvulgari le erizó la piel y sintió la cercanía de Carolina, con su mirada altiva y su contoneo insinuante. Recuperada la conciencia se vistió, recogió el zapato, lo guardó con cuidado en una bolsa de terciopelo y salió para comenzar la jornada en su pequeño negocio.

Al llevarse Carolina sus tacones, él miró la estantería vacía y se limpió una lágrima delatora. Se fijó entonces en un Saint Lauren, de brillante charol escandalosamente rojo, aguja infinita y cinta tobillera punteada en blanco, que había dejado Sofía sobre el mostrador junto a sus ojos profundos y su generoso escote; le puso la horma y, tras guardarlo en una bolsa de terciopelo, le dijo con un guiño pícaro, no te enceles, esta noche vienes conmigo.


sábado, 30 de abril de 2022

Fiesta infantil

Juego de niños, de Pieter Brueghel el Viejo

Nos han mandado en la escuela que acudamos a clase disfrazados para celebrar el carnaval. Se lo he dicho a mi mamá y me ha vestido de cowboy, con mi sombrero, las botas, un pañuelo rojo, la estrella de sheriff y las cartucheras.

            Cuando llegamos al cole nos reímos mucho mirándonos unos a los otros —John Boy era Batman, la pequeña Candy iba de médica y los gemelos de piratas—. Todos lo estábamos pasando muy bien hasta que unos niños se pusieron muy malitos y la señorita Evelyn me quitó la pistola de papá.

sábado, 23 de abril de 2022

Venganza

El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo

Una terrible pandemia prácticamente había acabado con la raza humana. Las ciudades poco a poco vieron como su población disminuía mientras que en el campo y en los pequeños pueblos, con sus granjas y escasos recursos, los nuevos ricos vivían una era de progreso. manifestada por la alegría incontrolable de la matanza que, a modo de rito ancestral, se celebraba a final de cada mes, a pesar de que la carestía y el desabastecimiento era cada vez mayor.

            La fiesta se adueñaba de todos los asistentes mientras daban buena cuenta de los entremeses en espera de que el matarife hiciera su trabajo. Mientras, los escasos hombres y mujeres supervivientes de la epidemia, encerrados en sus jaulas aguardaban inútilmente la comida que los cerdos les daban cada día para engordarlos. El final de fiesta era un baile de sangre y fango en la pocilga de la finca entre rebuznos, cacareos, relinchos, mugidos, gruñidos, graznidos, balidos, maullidos, ladridos, trinos y suaves cantos de cisnes.  

sábado, 16 de abril de 2022

Huelga de palabras

Signes, de Antoni Tàpies

Encontró un anónimo que habían deslizado por debajo de la puerta. Era un sobre sin remitente ni destinatario, que solo contenía un folio en blanco. No pudo volver a hablar, los piquetes informativos del diccionario eran muy violentos.

domingo, 10 de abril de 2022

Batalla final

Primavera en las trincheras, Ridge Wood, de Paul Nash

Una loma junto a un riachuelo servía de bastión al francotirador que defendía al bando nacional. Al otro lado, en una profunda trinchera, un soldado rebelde esperaba un despiste para abatir al enemigo. Eran los dos únicos combatientes que, ajenos al armisticio, defendían con las armas los ideales que un día les empujaron a salir de su pequeño pueblo de Aragón.

Aunque pasaron años y penurias, siguieron enfrentados —puño en alto uno, saludo militar el otro—, guerreando sin recordar muy bien por qué ni para qué; hasta que una mañana temprano aparecieron en el exiguo escenario de operaciones dos generales —medallas al pecho uno, galones arrancados otro—, custodiando a un anciano que, entre lágrimas, gritó a los dos jóvenes: Hijos míos, dejad de pelearos.

sábado, 2 de abril de 2022

Amanecer en una playa del sur

Escena en la playa, de Edward Henry 

Las gaviotas arrostraban el fuerte viento de levante. Detrás, un pequeño lloraba perdido entre los cuerpos de ébano que se arracimaban inertes en la orilla, algunos bañistas paseaban, los turistas sacaban fotos, y los curiosos gritaban desde la orilla señalando al pequeño con el dedo. Los graznidos de las aves al levantar el vuelo llamaron la atención del crío, que abrió los brazos, comenzó a moverlos al ritmo pausado de las aves, y se elevó ante el entusiasmo del público. El niño se perdió en el horizonte, los cuerpos siguieron balanceándose con las olas, y el público y las gaviotas continuaron graznando indiferentes.

500


Con mi entrada de ayer, mi blog ningunaregresa.blogspot.com ha alcanzado los 500 relatos y cerca de 50000 visitas.

Agradezco a todos los que en algún momento os habéis acercado a mis historias.

jueves, 31 de marzo de 2022

Cumpleaños

 Otro año más. El tiempo pasa de forma inexorable, casi sin que nos demos cuenta.


Cuando decidí comerme la moneda de chocolate que guardaba desde niño, al retirar la fina lámina dorada que la cubría, observé atónito que el monarca también había envejecido.


sábado, 26 de marzo de 2022

El pez y la luna

Caminando bajo la luna, de Joan Miró

El Pez Negro Abisal no solía abandonar las profundidades, hasta que una noche, motivado por un extraño impulso, subió a la superficie. El mar era tan negro como su origen, y la tierra una oscura silueta en el horizonte, ribeteada por la luz blanquecina emanada de una sonrisa celestial, alba como un sueño suspendido en la nada.

—Hola, sonrisa —dijo el pez esperando una respuesta amable.

—Buenas noches, desconocido y extraño ser.

—¿Cómo te llamas? ¿Hacia dónde vas?

—Sigo mi camino —contestó la luna.

—¿Puedo acompañarte?

—Al caer el sol, aquí estaré, cada ocaso.

El planeta, en su feliz cuarto menguante, sonrió, se despidió y continuó su camino sin percatarse de que, a partir de ese encuentro, cada noche, el pez la seguía cruzando océanos, estrechos y canales, hasta el poniente.

Hoy, la luna sonríe rodeada de estrellas que juguetean con las olas, y el Pez Negro Abisal, en la profunda sima, instruye a sus pequeñas luciérnagas sobre los beneficios de la perseverancia.

sábado, 12 de marzo de 2022

Encuentro

Sol en una habitación vacía, de Edward Hopper

Sus pensamientos se mimetizaban con el color marrón de los muebles del salón, del desvencijado sofá y de los marcos de la puerta y las ventanas. Solo un rayo de luz del atardecer que se colaba entre los visillos rompía el monocromo escenario de aquella tarde en que notó su presencia.

Se acercó a ella (y dejó que se acercara hasta tocarla) y la abrazó (y se dejó abrazar hasta envolverla).

Desde entonces nunca le abandonó la soledad.


Así es la vida

León Felipe, de Miguel Elías

La Seo estaba preparada para la inauguración de la nueva exposición. Bajo la cúpula, sobre un antiguo sillar, se había instalado un expositor de cristal iluminado por una potente luz cenital del óculo, en el que habían depositado una piedra ligera, pequeña. Alrededor se arremolinaban los asistentes al evento. ―Este guijarro humilde se ha encontrado bajo el altar de nuestra catedral, junto a una tablilla que asegura que justo en ese lugar se comenzó la construcción del templo en los albores del siglo XIII ―explicaba emocionado el comisario de la exposición. Una tremenda tormenta interrumpió la disertación, se anticipó a un temblor de tierra, e hizo huir al grupo. Se desprendieron cornisas, imágenes y pináculos, cayeron lascas de algunos capiteles, y una gran grieta en el ábside hizo pensar en lo peor. La iglesia quedó vacía y en silencio; la hendidura fue creciendo lentamente, destruyó el altar y se extendió por el suelo hasta llegar al sillar, que se hundió en una profunda sima. Desde el techo, por el presbiterio, comenzó a correr el agua que arrastró al pequeño canto rodado hasta sacarlo de la iglesia, arrastrarlo por las veredas, por los caminos, el campo y devolverlo al río, y allí, centelleando bajo la lluvia, espera iniciar su destino verdadero.
A León Felipe

lunes, 28 de febrero de 2022

Memorias

La persistencia de la memora, de Salvador Dalí

Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para rellenarlas, y eso que mi hermana lo guardaba todo, hasta el detalle más insignificante que le permitiera revivir tiempos pasados, como su triciclo, el elástico, la cartilla escolar, el retrato de su madre, sus dibujos, los tres cuentos que escribió, y las cartas de su novio; pero también jeringas sucias, el cuchillo con el que acabó con el camello, la cara del guardia del correccional, dos balas que no llegó a utilizar, la papelina adulterada, la última foto, y el diario que dejó inacabado antes de su extravío. 

A nosotros nos queda mucho que escribir... y olvidar.


viernes, 18 de febrero de 2022

Muerte en la Quinta Avenida

Nueva York, Quinta Avenida, de Joan Marti Aragonès

«Se oye cantar al lobo en las calles de enero, y gritos de mujer en el fondo del vaso» —pensaba el inspector John Brown asomado a su balcón del viejo bloque de la Quinta Avenida.

El tintineo del hielo en el vaso medio vacío le devolvió a la realidad. Era el tercer asesinato de una joven desde que acabó el año, sin que tuvieran nada en común, salvo el amargo olor a güisqui que perfumaba la ropa de las tres víctimas.

Terminada la copa se puso la chaqueta y salió a pasear por las oscuras calles del centro de la gran ciudad. Hacía frío. Entró en el único bar que encontró abierto y pidió un Johnnie Walker doble con mucho hielo, le dio un trago, y se quedó en silencio saboreándolo. Una joven se le acercó.

—¿Me invitas? —preguntó.

—Claro —respondió sin levantar la cabeza.

—¿Estás solo?

—Sí.

La trompeta de Louis Armstrong edulcoraba la oscuridad del local.

—Hace mucho frío ahí fuera, ni los perros se atreven a salir ¿Me das un cigarro?

—Los perros no —contestó en inspector mientras buscaba la pitillera—, pero los lobos sí salen.

—¡Anda ya! Aquí no hay lobos, y si los hubiera serían de los de dos piernas y un güisqui en la mano.

—¿Te dan miedo los lobos? Si quieres te acompaño a casa.

—Vale, pero no me cuentes historias —dijo esbozando una sonrisa infantil y coqueta.

—Venga.

Se abrigaron y salieron abrazados para combatir el frío de la noche. El abrigo rojo de ella olía a güisqui.

«Se oye cantar al lobo en las calles de enero, y gritos de mujer en el fondo de mi vaso» —pensó el inspector Brown asomado a su balcón del viejo bloque de la Quinta Avenida.


sábado, 12 de febrero de 2022

Autobiografía exprés

El viejo escritor, de Fernando Amorsolo

Mi nombre era Mariano, y nací y fallecí el mismo día, cuando cumplí los setenta y seis años. Al principio estaban mis padres muy felices, pero cuando vieron que a los treinta minutos ya hablaba, corría por el pasillo y me comía bocadillos con la dentadura completa, comenzaron a extrañarse. A la hora de haber nacido me compraron una tarta a la que pusieron tres velas, y cuando cumplí los quince años, cinco horas después, dejaron ya de celebrar mi cumpleaños. Al llegar el medio día, mi anciana madre ya había fallecido, y mi padre me quiso llevar de viaje al extranjero para conocer mundo y me tuvieron que hacer un pasaporte de más de cien páginas, cada una con una foto, que estuvieron sacándome de media en media hora para actualizarlo hasta montarme en el avión.

            Al final de mi vida, solo en casa, pensé que no había podido tener un hijo, ni escribir un libro o plantar un árbol. Solo nací y crecí, pero sin poder multiplicarme.

Todo fue muy rápido, el día solo me dejó tiempo para escribir esta historia.