Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 6 de mayo de 2022

Los amores inconfesables de un zapatero remendón

Zapatero trabajando, de René-Louis Chrétien

Al despertar vio en el suelo, junto a la cama, un Valentino Garavani, de tacón de aguja y refulgente cuero negro, ribeteado con minúsculos cristales diamantinos. Aunque no esperaba respuesta lo saludó con afecto y cierta extrañeza preguntándose qué de quién sería, lo acarició y se lo acercó a la cara. En ese momento, un suave aroma a Bvulgari le erizó la piel y sintió la cercanía de Carolina, con su mirada altiva y su contoneo insinuante. Recuperada la conciencia se vistió, recogió el zapato, lo guardó con cuidado en una bolsa de terciopelo y salió para comenzar la jornada en su pequeño negocio.

Al llevarse Carolina sus tacones, él miró la estantería vacía y se limpió una lágrima delatora. Se fijó entonces en un Saint Lauren, de brillante charol escandalosamente rojo, aguja infinita y cinta tobillera punteada en blanco, que había dejado Sofía sobre el mostrador junto a sus ojos profundos y su generoso escote; le puso la horma y, tras guardarlo en una bolsa de terciopelo, le dijo con un guiño pícaro, no te enceles, esta noche vienes conmigo.


3 comentarios:

  1. Eso debe de ser el fetichismo, utilizar un objeto para visualizar el conjunto. Por imaginar que no quede. De imaginación tú sabes mucho, Ezequiel. Un abrazo

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    1. Creo que sí, algo de imaginación tengo, pero aparte de ello, hay algunos zapatos...
      Muchas gracias, Ángel.

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    2. Hombre... Es más fácil ser fetichista con unos Valentino o unos Chanel con Swarovski.
      Aunque también se puede ser, como en mi caso, con unos Gorila con pelotita verde.

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