Otro año más. El tiempo pasa de forma inexorable, casi sin que nos demos cuenta.
Cuando decidí comerme la moneda de chocolate que guardaba
desde niño, al retirar la fina lámina dorada que la cubría, observé atónito que
el monarca también había envejecido.
El monarca era el hijo del que tenía yo. También me pareció más viejo.
ResponderEliminarTambién me lo comí.
Y engordé.
Coño.
En cada aniversario acaba un año, pero empieza otro.
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