El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo
Una terrible
pandemia prácticamente había acabado con la raza humana. Las ciudades poco a
poco vieron como su población disminuía mientras que en el campo y en los
pequeños pueblos, con sus granjas y escasos recursos, los nuevos ricos vivían una
era de progreso. manifestada por la alegría incontrolable de la matanza que, a
modo de rito ancestral, se celebraba a final de cada mes, a pesar de que la
carestía y el desabastecimiento era cada vez mayor.
La fiesta se adueñaba de todos los
asistentes mientras daban buena cuenta de los entremeses en espera de que el
matarife hiciera su trabajo. Mientras, los escasos hombres y mujeres supervivientes
de la epidemia, encerrados en sus jaulas aguardaban inútilmente la comida que
los cerdos les daban cada día para engordarlos. El final de fiesta era un baile
de sangre y fango en la pocilga de la finca entre rebuznos, cacareos, relinchos,
mugidos, gruñidos, graznidos, balidos, maullidos, ladridos, trinos y suaves
cantos de cisnes.
Esto es solo el principio; pronto el gato engullirá al pájaro, el perro pequeño morderá las gallinas, el toro embestirá al caballo, el burro pisoteará al gallo y los perros grandes atacarán a los cerdos que dejarán de cuidar las jaulas con lo que los humanos escaparan.
ResponderEliminarAl final solo se escuchará el canto del cisne.
Por muy crueles que sean mis animales, nunca llegarán al nivel de los humanos.
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