DÍA VEINTICINCO DE JULIO, LUNES: CARLIÁN
Fuimos al País de Carlián, adonde nos llevó Carlián.
En el centro del País hay una montaña rodeada de cinco mares
de distinto color —nos explicó Carlián, delante de un mar de un vistoso color amarillo—,
conocidos como el mar rojo, el azul, el amarillo, el blanco y el negro, y ello
se debe al color de los seres que los habitan e impregnan. Hace cientos de años
—continuó—, millones de seres diminutos de
llamativos colores llegaron aquí, procedentes del extrarradio del universo, y
se distribuyeron por los cinco mares. Eran muy pequeños, en vez de manos y pies
tenían aletas y conservaban el aspecto humano salvo por el estridente color de
su piel y el tamaño. En poco tiempo, se dividieron por colores y ocuparon los
cinco mares y, para evitar conflictos, rodearon cada mar de un potente ejército,
y así siguen desde entonces.
No es que sean enemigos, al contrario, son muy amigos y se
comunican por carta o a través de emisarios, nunca ha habido una pelea e
incluso colaboran entre ellos y hacen pigmentos que luego venden a los humanos,
con los que mantienen una excelente relación desde que se prohibió la pesca
deportiva en los cinco mares, que a punto estuvo de diezmar la población por su
afán coleccionista.
El motivo de la separación lo tienen muy claro: Hay que
evitar que se mezclen, no pueden permitir que de la unión de un rojo y un
amarillo nazca un naranja o que un azul y amarillo procreen un verde. Solo hay
cinco mares para los cinco colores.
Puesta de sol sobre un lago, de J.M.W. Turner
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