Levantabas muros y torres, construías puentes y abrías puertas y pasajes secretos, pintabas a tu gusto cada una de las dependencias y así, poco a poco, iba creciendo tu obra, el castillo que soñabas.
Mientras, tu abuela le decía a tu padre en la cocina: “Espera, no tires esa lata vacía ni la caja de galletas”
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Castillo, de
Armando Flores
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Grandes las abuelas!!
ResponderEliminarEs el único (por ahora) cuento autobiográfico.
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