Salí del cascarón mientras en el
exterior, como cada día, el atardecer se disponía a engullir al sol. Pero, de
pronto, algo le hizo desistir de su hazaña diaria, el sol me miró y se comió
las serpientes y el césped que me rodeaban. Desde entonces el ocaso es verde,
las praderas no son sino un enjambre de insectos que bailan al son de los
grillos y yo una mezcla luminosa de de saliva, sabia, hojas y vientos.
Serpiente
de agua, de Gustave Klimt
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Un presagio? porqu evamos por ese camino
ResponderEliminarUn texto subrealista, que propicia diversas interpretaciones. Todas válidas.
ResponderEliminarUna belleza tal, la de un amanecer a la vida que detiene el ocaso
ResponderEliminarLo detiene y nos hace parte de la belleza.
EliminarMuy bonito
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