El tic-tac del reloj, el ritmo machacón de la cuna del piso
de arriba, el ruido de la lluvia en la ventana, el golpe seco y repetido del chuzo del sereno, el tintineo de las campanillas de la tienda de comestibles,
el ritmo frenético de las carreras, el paso regular del batallón, las sirenas,
las constantes explosiones de las bombas sobre la ciudad, el martilleo de los
recuerdos en la cabeza. Todo le impedía dormir, se levantó para tomar un vaso
de leche y pudo ver desde la ventana a unos desconocidos que se acercaba a la
puerta.
Hoy, el tic-tac, la cuna, la lluvia, un zumbido, un pitido,
un martilleo constante, lo despiertan, cada noche, hasta el amanecer.
Los desastres de la guerra, nº 30: Estragos de la
guerra, de Francisco de Goya
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La guerra había acabado. Al menos para él. Desde su celda no podía escuchar el CHUZO del sereno
ResponderEliminarLa gurra acabó, pero el miedo, la angustia y el dolor seguían presentes, aunque, como bien dices, la presencia pacífica del sereno, lo reconfortara.
EliminarEs posible que fuera el elecgroshock o las pastillas que los desconocidos le aplicaban con sus batas blancas los que Le trajeron su paz
ResponderEliminarNo creo que encontrará la paz. El pasado se mantiene, mejor o peor elaborado, pero siempre presente.
EliminarLo sé
EliminarUrabá chuzo. No bastón. ¿recuerdas?
ResponderEliminarNo lo recordaba, pero lo guardaré con cariño.
EliminarY lo rectifico en el cuento.
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