Aquella cálida noche de alcohol,
seducción y palabras susurrantes, perdió la virginidad. Católica convencida de firmes
creencias, quiso sentir arrepentimiento, pero cada vez que pensaba en lo
sucedido, un desmedido deseo volvía a encender sus mejillas y su imaginación. Decidió
por ello acudir a su confesor y escuchó las palabras con las que éste le
explicaba las ventajas de la castidad y la necesidad de controlar los instintos.
Ya más tranquila, repasó todo lo
sucedido y las razones esgrimidas por el sacerdote y, sin abandonar su fe, asumió las consecuencias de sus actos,
convencida de que debería ir reservando plaza en el infierno.
La
confessione, de Francesco Hayez
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No abandonó su fe. Siguió siendo fiel a sus creencias. Seguía yendo a Misa...pero ya no comulgaba
ResponderEliminarSiempre hay prioridades.
EliminarHipócritas, fariseos que sabrán ellos del amor, los "pecados de la carne". Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?, así les va
ResponderEliminarBueno, yo no comulgo con sus teorías, pero ahí están, con su producción de sentimientos de culpa, amenazas y miedos.
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