I
Allegro
molto vivace
La
Orquesta del Titánic, que ocupaba por méritos propios un lugar privilegiado en
la corte celestial, bajó a la tierra dispuesta a cumplir su misión y comenzó a
tocar, ante la curiosidad de los que la escuchaban.
Recorrió
continentes, ciudades y campos, las zonas más humildes y los emporios de
riqueza, y detrás, cautivados por la belleza de la melodía, bailaban ratones y
otros roedores, aves, reptiles y mamíferos y, detrás hombres y mujeres de toda
condición.
El
llegar al océano, se abrieron las aguas y la orquesta, situada al borde del
abismo, siguió tocando hasta que cayó el últimos de los seres vivos, para
después bajar a la profunda sima, sin dejar de tocar hasta que desapareció, al
volver a anegarse el lecho marino.
Sólo
hubo una excepción, para que se cumpliera la profecía que tantas veces nos
habían dicho los científicos: Solo las cucarachas, sin que nadie supiera por
qué, permanecieron ajenas al encantamiento.
II
Andante
De
pronto empezaron a sonar cornetas, trombones, trompetas y cornos, junto a un
sinfín de tambores y timbales. El sonido era cada vez más intenso, hasta
violento, y no había lugar en el mundo en que no se oyeran las desgarradas
notas que, sin melodía ni concierto alguno, comenzaban a hacer estragos en los
seres más indefensos.
El
sonido se hizo insoportable y, era tal su intensidad, que las aves comenzaron a
desorientarse y chocar contra los árboles, los peces se envaraban en las playas
y los animales terrestres se volvían locos. Comenzaron a estallar los
cristales, a caer fachadas y edificios y, finalmente, se produjo una
extraordinaria cadena de alborotos, motines y suicidios que llevaron a un
absoluto caos, que amenazaba con ser el anunciado fin de los tiempos.
Alarmados
por la situación, los mandatarios de los países más poderosos de la tierra se
reunieron y no dudaron en poner en marcha la solución más adecuada. Armarían un
potente ejército bajo el amparo de la Comunidad de Naciones, para perseguir,
apresar y acabar con todos los sordos que, aprovechando los acontecimientos, se
estaban posicionando peligrosamente como los nuevos amos del mundo.
III
Finale
Hasta
que no terminó de interpretar la postrera sonata de Schubert, no se dio cuenta
de que el mundo se había acabado.
El Juicio Final (detalle), de
Miguel Ángel.
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Verdaderos escenarios apocalípticos como los terremotos físicos, políticos y bélicos que están frente a diario en nuestras vidas.
ResponderEliminarMuy negativo todo.
Que se acabe el mundo y no te des cuenta porque estás tocando el piano no es negativo, es hermoso.
ResponderEliminarNo me imagino a Schubert como apocalíptico. Mahler quizá; pero, para absorber la mente hasta ese extremo, la novena
ResponderEliminarNo era apocalíptico, sufrió su propia apocalipsis.
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