El conductor del autobús estaba terminando otra anodina
jornada de trabajo y, cansado de la rutina diaria de atascos, semáforos e
impersonales saludos y despedidas, volvía camino del garaje. Hacía un repaso
mental del día cuando vio a una joven, que levantaba la mano reclamando que
parara para subir. El conductor frenó y la observó, era una joven delgada,
vestida como si hubiera salido de un cuadro costumbrista de principios del
siglo pasado y que le sonreía complacida antes de acceder al autobús.
‒Sólo queda una
parada para llegar al garaje, le dijo, pero la joven le contestó que no
importaba, que le venía bien, y se dispuso a pagar el billete.
‒Son dos euros, le requirió mientras cerraba las puertas, y la joven, para su sorpresa le
contestó que no los tenía y le ofreció una bolsa llena de semillas, al tiempo
que le explicaba -si planta estas
semillas, verá brotar el bosque de Blancanieves, con éstas crecerán los
hermosos jardines del palacio de Las Cenicienta, de éstas nacerán grandes habichuelas que
llegaran al cielo…- y así siguió hasta el final del trayecto.
El conductor, deseando llegar a casa, prefirió no discutir y
las cogió de mala gana, A la mañana siguiente, quizás recordando la dulce
mirada de la muchacha y las dudosas propiedades que atribuía a cada una de las
semillas, decidió plantarlas y esperar a ver que pasaba.
Unas semanas más tarde, al salir de casa y mirar el jardín,
observó asombrado que, tras años de silencio, había renacido su imaginación.
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Pescadores de sueños, de Juan Fernández.
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Hay que alimentarla, después brota sola... por atre de magia
ResponderEliminarGracias
... Y muere por falta de uso.
EliminarPrecioso.
ResponderEliminarGracias. Sigue cultivando tu imaginación leyendo y observando.
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