Cuando Silenio se despertó, y vio que el ataque de los lobos había acabado con su rebaño de ovejas, ahora desperdigadas en un baño de sangre y muerte, se volvió hacia un cercano bosque y, con la vista perdida, entonó la canción más bella y triste jamás cantada. Al volverse y ver el festín de las aves carroñeras, una lágrima surcó su rostro hasta caer en la tierra yerma y seca de Castilla.
Justo en ese punto brotó un hermoso almendro colmado de flores blancas. Silenio cortó una rama y con su navaja la ahuecó y agujereó, y siguiendo no sabemos qué mandato, contenido el llanto, interpretó su canción mirando al rebaño. Al oírla, los buitres levantaron el vuelo y una oveja muerta, que estaba a sus pies, se levantó y baló acompañando a la melodía. El joven pastor sintió en ese momento una punzada en la garganta y nunca más pudo volver a hablar.
Silenio buscó ayuda y se encontró con unos cazadores que recogían una perdiz que habían abatido de un disparo en su ala izquierda; hizo sonar la flauta para llamarles la atención, la perdiz se recuperó y huyó, y él notó que no podía mover una mano. Siguió su camino y se encontró un viejo olmo seco, se sentó bajo su sombra y volvió a tocar, y pudo ver cómo el olmo reverdecía, y a él se le caía el pelo. En una vereda se encontró a una vaca tirada en el suelo con las patas rotas y él, incapaz de levantarla, intentó animarla con una tonadilla pastoril; la vaca se levantó y salió corriendo, y a él le aparecieron una pezuñas donde antes tenía los pies. Siguiendo su camino, se encontró con una cabra que, incapaz de continuar el ritmo de la marcha, se quedaba descolgada de su rebaño, quiso llamar al pastor con la flauta; la cabra, al oírlo, volvió trotando a la manada, y a él le salieron largos pelos en las piernas. En una dehesa cercana un toro había clavado la cornamenta en una cerca, él pasaba por allí, sin apercibirlo, tocando su flauta; el toro se libró de la cerca y a él le crecieron dos imponentes cuernos.
Pasado un tiempo vio a una joven que, por señas, le pedía ayuda, ya que sentía que le faltaba la vida, él quiso ayudarla, pero ella, asustada por el aspecto del fauno huyó, salió corriendo sin escuchar la melodía que le avisaba que la había visto y le iba a ayudar. La joven, a los pocos metros, falleció, y el fauno continuó vivo para siempre.