¿A qué me refiero con dos términos tan opuestos como son REALIDADES IMAGINADAS?:
De todos es sabido que cada uno tiene un nombre que nos identifica como ser real, único e individual y nos aleja de términos tan manidos y comunes como el tú, oye, aquel, ese o uno, para darnos el valor completo de nuestra propia imagen, como la que los demás se hacen de cada uno de nosotros. De ahí que la realidad, sea real o imaginada, para alcanzarnos y permanecer en nuestra memoria en toda su significación, tenga que ser identificable y estar relacionada con aquella persona que propiciara el acto que vivimos. Algunas de las historias, todas salidas de mi realidad real y desarrolladas con mi imaginación, surgen de una situación concreta unida a un nombre, otras me vienen a la cabeza huérfanas de identificación y yo le he buscado un nombre que le “pegue” al protagonista de la historia, de forma que mayoría de las veces, la historia ha venido con personajes innominados y les he puesto yo el nombre que me parecía que estaba acorde con el carácter del protagonista. Una vez unidas historia e identificación, el cuento ha llegado a ser mío y yo a formar parte de su desarrollo. Quiero pensar que cuando, en un futuro, me encuentre con un Alejandro me vendrá a la cabeza la historia de un obsesivo pintor, si me cruzo con un Hermann lo miraré con curiosidad a ver si le han cortado el rabo o lo sigue teniendo, o si quedo con una Marta la imaginaré con una rosa envuelta en celofán amarillo y, con seguridad, cada vez que entre en un bar, allí estará Blas, el camarero, siempre con su charla amena y gratificante.
Todo ello se resume en historias como las que he contado o, por poner algún ejemplo, en la de unos jóvenes que hacen volar sus seis mil libros; en un angustiado Roberto que busca desesperadamente a su sombra, que lo engaña con otro; en Jacinto, que vuela en su coche sobre los campos del olivar de su tierra; o en Juana, manipuladora y enamorada de su muñeco de lana. Así hasta veinticinco historias insólitas siempre cargadas de realidad y siempre imaginadas con el beneplácito de Blas que, con su café o su copa, nos lleva a su mundo.
Mi único objetivo al escribir este libro ha sido disfrutar, nunca adoctrinar, pero me gustaría que los lectores entendieran que ese pensamiento, sueño o locura que en ocasiones nos pasa por la mente, siempre estará allí, ocupando un lugar en la memoria, a veces superior o incluso ajeno al momento en que se produce. El sueño pervivirá más allá de la vivencia que desaparecerá ahogada bajo nuestra imaginación.

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