En una estrecha barreduela del barrio de la Macarena de Sevilla, unos jóvenes pintaron un muro de un viejo almacén de vibrante color rojo, y un tiempo después, alguien dejó abandonado su coche y otra pandilla, cuando su deterioro era evidente, lo mimetizaron con los dibujos de la pared. Al pasar por delante me llamó la atención el conjunto creado, lo fotografié, y presenté la imagen a un concurso en el que el jurado tuvo a bien darle un accésit. Pasados los años decidí pintarlo en un lienzo con la torpeza de un aficionado autodidacta que se enfrentaba por primera vez al acrílico y, una vez terminada la obra y vista y comentada por mi familia y amigos, escribí esta historia en uno de esos archivos en los que descansa mi memoria, cada vez más necesitada de soporte.
Hoy, en mi historia personal, ocupan un hueco el dueño del coche, los jovenes grafiteros que lo pintaron, los que completaron la obra en la pared y los viandantes que se pararon a verla, el jurado del concurso de fotografía y los que visitaron la exposición, mi familia y amigos y sus opiniones y, ahora, los que leéis esta historia y contempláis mi cuadro a través de mi blog y redes sociales; y, a partir de este momento, los jovenes grafiteros y los pintores, los caminantes, el jurado y los espectadores, mi familia y amigos, los que leéis este relato y observáis la imagen reflejada junto al texto y yo y mi obra, también formaremos parte de vuestra historia, aunque sea en un espacio reducido, minúsculo, irrelevante de la memoria.
Relato inspirado en mi cuadro “Coche”, realizado en noviembre de 2024.
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