Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 31 de julio de 2020

Vacaciones de verano - I: A la playa

Plata de Villerville, de Carlos de Haes
Ese año el matrimonio y su hijo alquilaron un apartamento en un pequeño pueblo costero. Ocupaba la novena planta de un edificio situado en pleno paseo marítimo, lo que les permitía disfrutar de unas espectaculares puestas de sol, distintas a las de cualquier otro litoral ya que, por caprichos de la naturaleza, en esta villa, la arena es líquida y el agua una brillante capa sólida azul ultramar. Esa curiosa realidad permite que la luz del sol, en el momento del ocaso, se refleje en el agua y la arena, y adorne el cielo como un lienzo cerúleo con irisaciones añiles y oro.

En la playa está prohibido bañarse, ya que nadar en arena líquida es un riesgo inexplorado y el mar, dadas las características de su superficie, resbala los días de calma y se transforma en una peligrosa sucesión de afiladas aristas cuando el viento hace crecer las olas.

El problema es que nadie lee los avisos de peligro y cada año son muchos los que se ahogan en la orilla, especialmente ancianos con poca resistencia física y niños que no saben nadar y, aunque para ellos, en su cómoda novena planta, esto fuera un motivo de entretenimiento en las largas tardes estivales, le propusieron al alcalde que pusiera puentes en la arena y alfombras en el agua. Contestó el edil que estaban locos, que la ciudad perdería parte del turismo que atraía esta anomalía de la naturaleza, lo que sería un desastre para las arcas municipales.

Cada tarde se sentaban en la terraza para ver el espectáculo, solo estropeado por los ocupantes de las pateras que llegaban por la mañana después de atravesar el estrecho eran arrastrados por las procelosas arenas de la orilla hasta el paseo marítimo y allí silueteaban en negro el horizonte. 


4 comentarios:

  1. El inefable placer de disfrutar con el sufrimiento ajeno es inherente a la condición humana.
    Si, además produce beneficios, es de un disfrute inenarrable.

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    1. Por mucho que cambie la superficie, el fondo sigue igual. El sufrimiento está ahí, pero transformado en una triste rutina.

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  2. nO me gusta esa playa, no hay tranquilidad nunca... bueno como en casi ninguna, jajaja

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    1. La playa, como la montaña o la ciudad, es solo la superficie en que se mueven nuestra riqueza y nuestras miserias.

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