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Noche de verano, de Piet Mondrian |
Arrancó y salió a toda velocidad.
Llovía, la noche era un manto oscuro, y las nubes ocultaban la luna
triste del remordimiento y la estrella ensangrentada de su mujer.
En plena curva se encontró con la mirada con que ella, implorante y
asustada, lo marcaba con el recuerdo ácido del alcohol y la sangre.
No frenó.
El remordimiento no caduca. La chica de la curva no olvida.
ResponderEliminarEl remordimiento es un espejo, a veces imperfecto, en el que se refleja nuestra culpa.
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