Cada
semana aparecía un cadáver en la orilla del río y Oliverio del Olmo, detective
perspicaz de métodos expeditivos, fue contratado
para que esclareciera el caso y detuviera a los asesinos.
La
labor era ardua, ya que todos los habitantes del campo de amapolas eran enanos,
de menos de veinte centímetros y siempre vestían de rojo, pero Oliverio lo tuvo
claro, tras trazar en el mapa una perfecta cuadrícula entró en el campo con un
saco, pisoteó todas las pequeñas parcelas que había delimitado y en cada una de
ellas aplastó a unos seis enanos, por lo que al final de la jornada se pudo
presentar en el pueblo con el saco lleno y, tras entrar en el ayuntamiento decirle
alcalde: Aquí tiene usted al asesino, ya no habrá más muertos.
El
campo quedó desolado y meses después comenzaron a plantar girasoles. En julio,
al comenzar la cosecha, encontraron un cadáver vestido de amarillo en la orilla
del río.
Serie: Mis cuadros
Campo de amapolas, de Ezequiel
Barranco Moreno
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El tito Oliverio era, ciertamente, expeditivo en sus formas; como se demostró después,no del todo eficaz. La mala hierba, como las revoluciones, no terminan siempre con la violencia
ResponderEliminarSí que era expeditivo y, como tantos, el tiempo demostró que esas formas fracasan. Perece que nunca aprenderán.
EliminarLas malas hierbas hay que cercenarlas desde la raiz
ResponderEliminarSí, pero no a costa de cualquier cosa.
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