En
las noches sin luna, solo el faro, en sus destelladas, permitía dilucidar algo
aparte de las antiguas casas encaladas de la orilla de la playa o el lejano
fulgurar de la ciudad. Yo pasaba las horas mirando el ir y venir de las olas e
intentando descubrir lo que se movía en la oscuridad. Así, en los breves
segundos que el faro iluminaba el mar, distinguía las cabezas de unos niños que
iniciaban sus aventuras en la noche, veía saltar peces voladores, a sirenas que
se acercaban a la orilla en busca de algún incauto o botellas con menajes que
llegaban después de un largo viaje, y en la arena, siempre parejas de jóvenes
paseando o tumbados observando el cielo, mirándose o correteando en busca de
los peces voladores, las sirenas o los mensajes. El resto del tiempo, cuando la
luz del faro se alejaba, me entretenía con las estrellas y veía con osos,
dragones, guerreros levantando su espada y cometas cargadas de viajantes que,
en visita pacífica, me devolvían la mirada con curiosidad.
Eso
recuerdo hasta que un año decidieron, por seguridad y para atraer turismo,
encender unos grandes focos. Desde entonces todo lo veo con claridad. Veo agua y arena.
Serie: Mis cuadros
Rota, Playa de la Costilla, de
Ezequiel Barranco Moreno
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Eso no es solo un relato. Es también una vivencia. No sólo tuya, también de tus padres -sin cigarro- tus hermanos y sus parejas y un buen número de sus hijos. El cuadro es una preciosa aportación tuya
ResponderEliminarTienes razón. Estaba pintando el cuadro cuándo por megafonía dieron que al día siguiente se inauguraba la iluminación de la playa. Esa noche fue un maratón de pintura.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSi todos los personajes que has descrito hablaran contarían infinidad de historías de ese balcón. Qué lugar más mágico.
ResponderEliminarLa claridad y l evidencia no siempre representa la realidad.
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