Cuando Drika quiso despertar a su mujer, ésta no respondió.
Habían llegado en una patera tras un largo viaje que había comenzado en Senegal,
se escondieron entre la maleza de un terreno baldío cercano, y allí mismo la
tuvo que enterrar.
Cuando años más tarde levantaron en las cercanías un centro
comercial y convirtieron la zona en un gran aparcamiento, Yani, que así se
llamaba la mujer, quedó bajo el estacionamiento número ciento treinta y siete
"B" y allí recibía cada día la visita de su marido, que se había
quedado de guardacoches y terminaron contratándolo.
Un día Drika vio como un Mercedes aparcaba en el
estacionamiento colindante y los empleados del centro comercial conducían hacia
allí un remolque con un yate recién comprado, siguiendo las instrucciones del
comprador: "Dejen el barco en el ciento treinta y siete B, hasta que
podamos remolcarlo al puerto, que mañana salimos hacia Senegal, de viaje de
vacaciones".
Senegal, de Maguette Mbodj
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De alguna manera volvió a su tierra de la que no quiso, pero tuvo que salir
ResponderEliminarNo sé si Drika se metió en el yate o solo vio como partían los turistas, pero hay viajes y viajes, aventuras y huidas, sueños y realidades.
ResponderEliminarQue paradoja o quiso el alma de Drika volver a su tierra, qué mejor manera
ResponderEliminarQuizás solo pudo ver cómo se iba su alma en el barco.
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