Marina

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Marina, de Ezequiel Barranco Moreno

viernes, 11 de noviembre de 2016

Pájaros

En la esquina de mi casa se ponía un joven a hacer malabares cuando el semáforo estaba en rojo. Su especialidad era la cascada con cinco mazas, pero cada vez que tiraba una por encima de los tres metros, se convertía en paloma y desaparecía volando. Cuando se quedó sin ellas, siguió haciendo sus malabares con pelotas, pero se fueron transformando en gorriones al llegar a la misma altura. Probó con bastones, que se hicieron jilgueros y finalmente con un diábolo, que se alejó con el vuelo majestuoso de la gaviota.

Harto de perder todos sus instrumentos, optó por dejar el malabarismo y se hizo acróbata, con bailes, contorsiones, piruetas y saltos. Su especialidad era el gran salto mortal, que hacía desde lo alto de un contenedor cercano. El último que le vi hacer, a principios de otoño,  fue espectacular. Hoy vuela con otras cigüeñas, camino de tierras más templadas.

El malabarista o el juglar (detalle), de Remedios Varo


6 comentarios:

  1. Me encanta, Ezequiel. Sigue escribiendo. Besos

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  2. Impresionante. El espíritu libre del malabarista le llevo a los aires a un ave de buenos augurios. Me gusta

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    1. Me alegro de que te guste. Todos podemos volar y dejar atráslas pesadumbres.

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  3. Muy bonito Eze. Tiene razón Julio. El espíritu del malabarista vuela

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    1. Estoy contento con este relato. Lo pensé viendo a los malabaristas de la Barqueta.

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